Dícese de aquél que gobierna en la sombra. Que no
necesariamente ha de ser en la oscuridad, tal y como se lo toman en la saga de
la Guerra de las Galaxias... Aunque la tendencia actual de dichos elementos
infiltrados en la futbolería patria, sus conductas y tejemanejes, los abocan a
que los aficionados aún no transformados en clientes los identifiquen en la
mayoría de ejemplos con Darth Vader o Palpatine. Cuanto ni menos, curioso, para
todos aquellos aficionados no clientes aún, que recuerdan cómo les fueron
presentados en su día: una mezcla de Han Solo con Luke Skywalker. Las princesas
Leias, en esta materia, aún han de esperar turno. Siempre y cuando los
príncipes les dejen, cuando se cansen o las Cortes regulen paridad conejera delegada,
algo sano con lo que jugar...
Estos fenómenos, más empresariales que sociales, vienen a
sustituir la semántica en las cúpulas futboleras. En tiempos donde el léxico
ofende más que las propias hostias, donde queda de marco y cristalito mate la
denominación de origen “conflicto bélico” para poner un ramito de rosas a una
masacre, pon un conejero delegado en tu club. O, si tú no lo quieres poner, que
te lo pongan por Ley. La del embudo, caballerete. Que viene a contar algo así
como, si no eres del Madrid perita, del que no contamina, del que no va al
Corte Inglés que te pés, y no marchas por la rue de blanco comunión, no tienes
derecho a voto. ¡Voto a (...)!...¡Ah!, ¿qué tampoco perteneces a la capital de
los vascuences?...¿Ni a la de los paisos catalans?...¿Ni siquiera eres aforado
viejo, a lo navarro (sin Gómez, por Neptuno)?... Jodo, chavalín, lo tienes
entre chungalí y crudo. Ná, se siente. Y cuando se levante, ya tendrá un
conejero delegado en su vida. No será doloroso, al principio; ni siquiera lo sentirá.
Quizás lo más traumático le pueda sobrevenir cuando evoque la figura del
“presidente”, y caiga en la cuenta de que ya ha pasado a formar parte de otro
plano. El mismo que detenta aquella figurita de porcelana sobre la vitrina del
salón, y su capital influencia en el devenir del piso. Ya se acostumbrará, buen
hombre, aún aficionado, que no cliente.
Tras bambalinas, mueven los cordeles de sus marionetas a la
carta. Bonachonas, las más; simpatiquillas, algunas; cándidas, las menos o
modelo chuky, una que me sé. Esto es, muñecos que a primera vista parecen
adorables para entregarles tu vida paralela pero que, llegado el momento “x”,
te sueltan un “hijopvta, baja y mete los goles con los cuernos” o te enseñan la
billetera a la más mínima protesta. Lástima que las redacciones de prensa,
casualmente, nunca estén cuando la abuelita Paz se transforma en Falconetti...
Lo del apellido siciliano, créanme, no es más que una casualidad más.
Así es que, los conejeros delegados, terminan haciendo honor
a su terminología compuesta. Por un lado, en el papel de bugs bunny, viven de
la madriguera. De dar entre poquito y nada la cara. Escondidos. En la sombra. Aconsejando
como conejos: lo bueno pa mí, y lo malo pa ti. Que pa eso soy el término II: “delegado”.
Cuidado con lo que se hace con los clubes, en nombre de los
bolsillos particulares. Aún hay cucarachas que no se han puesto patas arriba.
Lontano, lontano, cada vez más. Y que nunca soportarán sobre sus cuellos el
yugo que pretenden colocar con “sus” empresas. Siguen, y seguirán hasta el
final de sus días, siendo AFICIONADOS, que no CLIENTES.
Porque siempre fueron de lo que quisieron. Y no de lo que
les dijeron.
S I E M P R E A T L
E T I.-