Por Borja Corchado - 14 de febrero de 2009
http://www.lavidaenrojiblanco.com/Opiniones/La-voz-colchonera-de-Borja-Corchado/Un-club-desposeido-de-su-identidad
Dejémonos de
sentimentalismos. El Atlético de Madrid es una empresa privada, que
cuenta con un accionista mayoritario de gesto complicado y un productor
de cine de madrugada que hace las veces de presidente, teniendo en
cuenta su verbo fácil y su exquisita utilización de la lengua de
Cervantes. Hasta hace casi 22 años, el conjunto rojiblanco era una
entidad potente, de categoría en el panorama europeo y mundial. El
tercer equipo de España por palmarés. En poco más de dos décadas, poco,
muy poco o casi nada queda de aquella escuadra que deslumbró y que
ahora se mira al espejo y no se reconoce.
El Atleti es un negocio para sus dueños. Desde que la familia Gil tomó
el mando del club mediante una apropiación indebida que el Tribunal
Supremo reconoció en una sentencia cuando ya era demasiado tarde, el
concepto de club como negocio ha ido, poco a poco, ganándole la batalla
a los sentimientos, a la grandeza de esta entidad a nivel deportivo. En
la primera década de Jesús Gil, el equipo mantuvo su identidad
prácticamente intacta. Pese a contar con un presidente excesivamente
conflictivo, el Atlético dispuso de grandes plantillas, que conservaban
el objetivo histórico de pelear por todos los títulos.
Pero, tras el ‘doblete’ y a raíz de la intervención judicial, el
proceso de descomposición del antiguo y glorioso Atlético se fue
acelerando, el patrimonio y la imagen de la entidad fueron cayendo a
pedazos, hasta dar con sus huesos en Segunda División y perder
totalmente la identidad. Y en ésas estamos. El club actual no tiene
nada que ver con el fundado en 1903. Durante los primeros 84 años, el
cuadro colchonero se concibió como un bloque ganador, en el que el
rendimiento deportivo tenía que sobresalir por encima de otros
aspectos, y en el que los mejores jugadores recalaban primero en el
Metropolitano y después a la orilla del Manzanares.
Este Atlético es irreconocible, incluso para mí, que nací a finales
de la década de los 70. Un club convertido en empresa, en el que lo
deportivo es la excusa para todos lo demás, en el que el objetivo es
amasar el dinero entre unos pocos en lugar de títulos, en el que se
ficha aleatoriamente a jugadores en función de los ingresos por
comisiones que puedan generar, en lugar de hacerlo por su talento,
calidad o experiencia. Una entidad en la que su consejero delegado
piensa en dar pelotazos fuera del campo en lugar de dentro de él, en el
que su presidente es un tipo maleducado y barriobajero que está muy por
debajo de la categoría que se presupone en el Atlético de Madrid, y en
el que la vergüenza, la dignidad y el orgullo rojiblanco resultan
inexistentes.
Los Giles y Cerezos han desposeído al Atleti de su verdadera
identidad, para convertirlo en una sombra de lo que fue en su día, para
crear un club perdedor y con fama de ‘pupas’ que cuenta con una animosa
afición repleta de ‘sufridores’, gente acostumbrada a perder y que
celebra 'hitos' como un sexto o cuarto puesto bañándose en la fuente de
Neptuno.
Si habéis leído con atención los cinco párrafos precedentes y no
habéis sentido nada, será que ya formamos parte de esa animosa afición
que siempre calla y nunca critica. Pero si por el contrario habéis
sufrido un pinchazo en el corazón, un fulgurante ataque de diarrea u os
han entrado arcadas, entonces significará que aún se puede hacer algo,
que aún se puede luchar para exigir a aquellos que dirigen la nave con
un rumbo errático premeditado que cambien de dirección para
reconducirla a la senda de los éxitos, antes de que sea demasiado tarde
y ya no haya tiempo para volver atrás.
Sabemos ganar como nadie y sabemos perder mejor que nadie.Orgullo y la cabeza alta. Aleti hasta la muerte.
Álvaro siempre te recordaremos.