No es que sea la hora de los valientes, no; ni de partir en busca de la tumba de Cristo. Menos aún de iniciar un tan largo como tonto viaje para pedirle cuentas al rey. Es algo mucho más simple y natural que todo eso: las gentes de la grada se han dado cuenta de que la soledad era esto, de que no tiene sentido creer que, con vosotros, otros días vendrán. Piensan, ¡al fin!, que ya basta de hacer de Franky Banderas, de que los tratéis como si fueran la Juana la Loca del fútbol, extraños a los que desde que amanece ya apetece sufrir.
Así que dile a tus amiguetes y esbirros que dejen de echar las culpas al oro de Moscú, y de escudarte en el Tano, porque bien sabes que eso es el chocolate del loro. Ha llegado el tiempo de tormenta, aunque tú no lo sepas, o sabiéndolo digas, con tu natural chulería, ¡me da igual!