Alejado de los tópicos que han infestado los laudatorios a Antonio luego de su muerte, más lejos aún de los ocasionales admiradores de los sitios, recreos, chicas, ayeres y demás lugares comunes de la discografía de Antonio y por supuesto a años luz de quienes desde siempre han asociado gratuitamente el nombre de Antonio a veleidades en su relación con la heroína y a una existencia atormentada, vayan estas dos interpretaciones de la honestidad de uno de los mayores genios de nuestra cultura:
Tuve que correr. Anatomía de una ola, 1998.
Tuve que correr, cuando la vida dijo "ve", no hubo manera de pararme. Correr que fue volar, beber de un solo trago todo el mar, y no sació mi sed el agua. Tomé el sendero sin saber, que me alejaba para no volver.
Dulce como miel, probar el roce de su piel, ella en el suelo, yo en el aire. Dulce pero cruel, llenó mi mundo de papel, jamás pensé que llegaría a helarme, que perdería el calor, y con el tiempo la razón. En el camino tropecé, con esa piedra desde la que arranqué.
Tomé el sendero sin saber, que me alejaba para no volver. En el camino encontré, lo que jamás pensé tener.
Tuve que correr, cuando en el viento pude oír, que igual que vine habría de marcharme; Que como vine habría de marcharme.
Para bien y para mal. De un lugar perdido, 2001.
Para bien y para mal, fue que me dejé llevar, y si digo la verdad, no sabría por dónde empezar. Una mano se ofreció, nada tienes que temer, me subió y me subió, y más tarde me dejó caer; me fue llevando la corriente allí donde no hacía pie, nada dura para siempre, y para siempre dije adiós ayer.
Para mal y para bien, fue que me dejé caer, si ahora miento créeme, no la quiero la mitad de lo que cree. Me fue llevando la corriente, allí donde no hacia pie, nada dura para siempre, y para siempre dije adiós ayer.
Aguas tranquilas y rebeldes, río profundo llévame, que como el cauce a la corriente, sólo puedo dejarla correr.
Para bien y para mal, a mi lado duerme ya, porque prefiero soñar, que buscamos solo el mismo mar, para bien y para mal.