Si el gran Dante Alighieri hubiese vivido en nuestros días y no en el
siglo XIV, probablemente hubiese cambiado el título de la Divina
Comedia y sus personajes serían otros. Virgilio le hubiese acompañado
por un infierno con forma cónica y colores rojiblancos para, al final
del viaje, descubrir como todo acaba engullido por la codicia del gran
Lucifer.
Hace 24 años se prendió una mecha en el Atlético de Madrid que está a
punto de alcanzar la carga explosiva y hacer saltar por los aires un
club con 108 años de historia. Será una detonación que pintará de rojo
el cielo de Madrid llevándose consigo miles de alegrías, decepciones,
tardes de gloria, sonrisas, lágrimas, recuerdos y, sobre todo, un
sentimiento que ha traspasado el mundo del fútbol para convertirse en
una forma de entender la vida. Será una pérdida irreparable para el
mundo futbolístico en particular y para el deporte en general. Se irá
uno de los grandes que tristemente será recordado como un club venido a
menos desde que Jesús Gil y Gil acercase el fuego a la mecha allá por
1987.
Si bien es cierto que el expolio que ha venido sufriendo el Atlético
de Madrid ha sido continuado e incesante, comenzando con el hecho
probado de que Jesús Gil y Gil se quedó con el club sin desembolsar una
sola peseta (de hecho depositó el dinero en una caja fuerte del Vicente
Calderón para hacer el paripé y durante la noche lo volvió a sacar),
siguiendo con el desvío de 2700 millones de pesetas del Atlético de
Madrid a sus negocios personales (encubriéndolo como un gasto en
fichajes de tres jóvenes africanos, ninguno de los cuales llegó a cobrar
una sola peseta y que ahora sobreviven en la calle), el desvío también
de 450 millones de pesetas que el Ayuntamiento de Marbella debía al
Atlético de Madrid por la publicidad en las camisetas y que salió del
consistorio y jamás llegó a las arcas del club, el negocio de las
comisiones de fichajes (tu me traes a este, decimos que ha costado 300
pero yo me quedo 50 y tu otros 50), la manera en la que convirtió el
Atlético de Madrid en una simple empresa de compra y venta de jugadores,
donde los resultados deportivos pasaban a un segundo plano hasta llegar
a la situación actual donde su hijo Miguel Angel, siguiendo los pasos
de su padre, ha llevado al club a la quiebra técnica saltándose la
legalidad mientras recibe los abrazos y los parabienes de la prensa
deportiva y la clase política madrileña, mas preocupados por los euros
que Gil deja en sus bolsillos que por el expolio de un club centenario.
Y el momento de la explosión es inminente si tenemos en cuenta lo que está sucediendo en estas últimas fechas.
El jugador más importante del club ha hecho público su deseo de salir
del Atlético, con la bendición de Gil Marín que ya ve como su patrimonio
personal (no el del club) va a engordar de forma sustanciosa con la
venta del argentino.
No siendo esto poco, también se vende a David De Gea, el chaval de la
cantera, por otra cantidad importante, a Salvio por otra decena de
millones y ya se hizo antes con Simao, Jurado, Maxi Rodríguez y, por
supuesto, Torres. El plan de Gil Marín es engordar a los cerditos para
venderlos y sean otros quienes les disfruten mientras esconde el
beneficio en su caja fuerte.
De otra parte, es significativo que ningún jugador minimamente
importante quiera venir al Atlético de Madrid y lo vean como un paso
atrás en su carrera. Tampoco los entrenadores quieren hacerse cargo de
una plantilla que sufre la nula planificación deportiva, para realizar
el trabajo de escudos humanos ante una afición que cada vez está más
hastiada de todo lo que ve.
Este año toca venderlo todo y traer jugadores gratis o por cantidades
irrisorias. Toca poner cinco o seis nombres de entrenadores en la
palestra, cada uno diferente a los demás, para quedarse finalmente con
el único que tenga las agallas o el poco amor propio de venir a un club
donde lo de menos son los resultados y el trabajo se hace con lo que te
traen sin tener en cuenta tu opinión.
A la afición le toca tragar con jugadores de medio pelo, si me lo
permiten indignos de vestir la camiseta del Atlético de Madrid, le toca
tragar con ver como su club es el hazmerreir de España y Europa, como su
equipo ha pasado de ser uno de los grandes a una especie de mala
caricatura de lo que fue. Un club que ha vendido su estadio, que no
tiene casa propia y que se empieza a arrastrar por una cuesta que se
está haciendo demasiado empinada.
Miguel Angel Gil y Enrique Cerezo están haciendo caja. Están
desmantelando el club de arriba a abajo. Parece que la consigna es
vender todo lo que se pueda y después llenarse los bolsillos con el
dinero del Vicente Calderón para emprender su huída antes de que la
carga explosiva se los lleve por delante junto con todos los demás.
Y esto no tiene ninguna pinta de poder cambiarse.
"No consuman" - Diego Pablo Simeone
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