En junio, cumpliremos 25 años. Estoy nerviosa, no se que regalarle... No sé, pienso en algo más original que el millón de euros que le cae por cada uno de sus cumpleaños. La ocasión, lo merece. En estos tiempos donde los divorcios duran menos aún que los empleos, un cuarto de siglo compartiendo lecho y saliva, tiene su mérito. Ya lo creo que lo tiene. Además, sin él no hubiera sido nada en la vida. Me recogió cuando era una doña nadie, y mira dónde me tiene... Sacándome hasta por Europa de vez en cuando, sin ser viaje de novios ni nada. Quiero darle una sorpresa. Quizás de los chicos con los que me crucé anoche, pueda sacar alguna idea... Una pancarta que ocupe toda la fachada del Ministerio de Justicia, donde ponga en colores vivos: "amor, siempre serás uno de los míos".
¡25 años!. ¡Cómo pasa el tiempo!. Parece que fué ayer cuando, en mitad de la pista de baile de una discoteca madrileña, me pidió en matrimonio. En portugués; todo muy fashion. Iba tan guapo... Recorrimos el Manzanares en un casino flotante, como si de una particular Venecia se tratara. Aún recuerdo su primer beso... Sobre 30 monedas, arrinconadas en la mesa de una ruleta que no sabría decir si era de la fortuna o rusa. Sólo a las que se le ha aparecido su príncipe azul en mitad del abismo, entre la orfandad y la soltería, sabrán bien de lo que hablo. En la iglesia de Santa María de las Urnas, le entregué mi corazón. Un poquito después de darle mi alma. Jesusito de mi vida, tómalo, tuyo es; mío, no. No hemos vuelto desde entonces a las Urnas. Hasta que la muerte, o los jueces, nos separen.
Tela, 25 años... Haciéndole la comida. La cama. Limpiando el polvo. Planchando sus corbatas. Escogiendo la mejor lencería y los retratos más caudillistas. Pagando el reportaje fotografico de la comunión de la niña. Llevándole a monterías y arreglando las chapucillas de y pico chalés... Lo que debe hacer una señora que se precie, por su hombre. Viviendo 5 saludes y 200 enfermedades; una riqueza y tropecientas pobrezas. Fiel. Incondicional. Manteniendo al macho de la casa. Mereciendo aquél pescozón cuando le servía la cena fría, o aquellos brazos de hierro que me recordaban mi obligación de darle placer antes de que el cansancio rindiera mi sueño. Me amenazaba con sacarme al portal y que metiera las llaves con los cuernos, aunque sé que era por amor, nunca lo cumplió... Pero siempre digna, sufriendo en el más absoluto silencio las necesidades del hombre, que ahora modernamente llaman "palizas" y "violaciones". ¡Qué sabrán...!
Los tiempos, han cambiado en 25 años. A él le empezaron a ir mal los negocios. Ya saben, el cha-cha-chá, el empedrado y la conjunción astral desfavorable. La deuda histórica. La plaga de pupismo que vaticinó el profeta del 4 y que, como langostas, asoló la ribera sur. Un trencilla maricón. Otro maricón de trencilla. La trencilla, que es muy mala... El caso, es que nos mudamos de barrio. Casi sin darnos cuenta, como el que no quiere la cosa. A unos pisitos de protección oficial la mar de monos. Dónde hay mucha gente de Sevilla, y de Castellón, y de Valencia, y españoles de Barcelona, y bilbaínos de Bilbao, y hasta dicen que van a venir una familia de malagueños tela de salaos... La verdad, es que me acuerdo de nuestro chalé en la Sierra... Con su piscinita y el Escudo dibujado en el fondo de inversión. Su jacuzzi alicatao en mamachichos con cenefa. Su aparcamiento ex-circo Price y pro malayos. Su construcción 5 estrellas, premonitoria de la alianza con la Mahou... ¡Ains, qué nostalgia!
25 años, son 5 años más que los cantaos por tu Gardel, Cholo. Y ya decía, que no son nada. Con un cuartito que no sabemos muy bien si es de siglo u oscuro, como el cuarto de las ratas. Él ya no me ve apenas, su trabajo le mantiene dando vueltas por las carreteras de circunvalación, y hemos pasado del proyecto "ligaduras de trompa" al proyecto "ablación". No queremos tener más hijos que encima se hagan culés o, peor, cervatillos. Me siento sola, dejada de la mano de Dios y, lo que es peor, sospecho que me pone los cuernos con una mujer llamada Comisión... Yo, cornuda, con lo atlética que soy... Estoy por descolgar el teléfono ese del maltrato. Teléfono peculiar; no tiene teclas de llamada al uso. Para contactar, sólo necesitas una voz en grito. Un pañuelo ondeado al viento. Dejar tu asiento vacío junto a todas las maltratadas del Paseo Virgen del Puerto. Y que la celebración de las Bodas de Plata, se transforme en una gran platá en mitá de su culo. Descubrirás que, mientras haces un arco impulsivo con la pierna en las posaderas de alguno, es posible cantar al mismo tiempo el Himno del Atleti. Eso, sí que sería una celebración por todo lo alto...
Teléfono del maltrato:
91-¡gil, ladrón, fuera del Calderón!
PD: mis respetos, apoyo y solidaridad para todas/os los maltratrados física y moralmente, especialmente todas esas mujeres que llenan para vergüenza de algunos "manos largas" tantos telediarios y rotativos.