Quizás las situaciones dramáticas y catastróficas de nuestra civilización no sean las más decisivas; preguntémonos más bien por las circunstancias antropológicas aparentemente inofensivas de la misma. ¿Qué significa el hecho de que la información mediata reemplace cada vez más la experiencia personal con la realidad inmediata? ¿Qué significa el hecho –para mencionar algo completamente inofensivo– de que hoy los jóvenes consideren las noticias sobre los partidos de fútbol algo sensacional, pero no así el partido de fútbol en el que ellos mismos participan? ¿Qué significa el hecho de que los niños de hoy no conozcan el mundo de los adultos a través de cuentos y enseñanzas, o por participar en él, sino por medio de altavoces y pantallas? ¿Qué tipo de hombre es el resultado de que para estas nuevas generaciones el mundo es un mundo construido por informaciones suministradas por los medios de comunicación de masas, y por ello la cosa más natural es organizar y dirigir su vida de acuerdo con las señales e informaciones que se les suministra a través de dichos medios? … ¿Qué significa pues el hecho de que la experiencia del mundo le esté dada al hombre moderno, en un noventa y nueve por ciento, por el papel impreso o por imágenes y sonidos publicitariamente transmitidos? … ¿Qué significa el desarrollo de técnicas humanas que nos permiten analizar y manipular según procedimientos técnicos aquello que estábamos acostumbrados a considerar como la interioridad inmaterial del hombre: su alma o sus convicciones?
Del prácticamente desconocido sociólogo alemán Helmut Schelsky (El hombre en la civilización científica, 1961)