A primeros de 1964, Vicente Calderón accedió a la presidencia del
Atlético, que estaba en horas bajas, y fue mano de santo. Desatascó las
obras del futuro estadio del Manzanares y contrató varios refuerzos para
la Copa, que por la época se desarrollaba una vez concluida la Liga. El
Atlético llegaría a jugar la final de esa Copa, aunque la perdería ante
el Zaragoza de Los Magníficos. Entre los refuerzos estaban el
hondureño Cardona, procedente del Elche, y un interesante paquete de
jugadores del Betis: Luis Aragonés, que haría leyenda en el club, el
lateral Colo y el medio Martínez.
José Miguel Martínez Ferrer
era un medio defensivo o defensa central nacido en Barcelona pero que
tras iniciarse en Cataluña (Granollers, Sabadell y Condal) había
triunfado en el Betis. La mili le llevó a San Fernando, donde jugó en el
equipo local y conoció a la que sería su esposa. De ahí saltó al Betis,
en Primera. Jugador alto, pelirrojo, tácticamente muy ordenado, seguro
con el balón, atento, fuerte. Una buena adquisición. Llegó al Atlético y
le tocó esperar, detrás de Glaría, pero se le veía como el hombre
adecuado para sucederle.
El 7 de julio de 1964, el Atlético salió
de gira por Sudamérica. Primero Buenos Aires, contra el Racing. Luego
Montevideo, el 12 contra el Peñarol. Al día siguiente de este partido,
varios jugadores están jugando a las cartas después de la cena en el
hotel en que se hospedan, el Columbia Palace, todavía en Montevideo.
Martínez les dice a sus compañeros de partida, Colo, San Román y
Rivilla, que se encuentra mal, y sube a su habitación, la 818. Los demás
no le dan mayor importancia y siguen jugando. La partida se levanta a
las once, y cuando Colo sube a la habitación, que comparte con Martínez,
se alarma al ver su estado. Avisa a San Román, que está en la
habitación de enfrente, y este al médico, el doctor Garaizábal. Martínez
está inconsciente. Se le traslada al Hospital Británico, donde se le
diagnostica una mesoencefalitis. Está en coma.
La gira sigue, por
Asunción, La Paz, Lima, Quito y Caracas. En La Paz se produce un hecho
sorprendente. Con los jugadores formados sobre el campo, la megafonía da
las alineaciones de ambos equipos. San Román, eterno suplente en la
portería del Atlético, jugaba ese día. Cuando suena su nombre, el
estadio estalla en un clamor. San Román presume con sus compañeros de
que es popular en La Paz, pero luego todos descubren de qué se trataba:
San Román era el apellido del más célebre bandolero de la historia del
país, de ahí el clamor. San Román tiene que aguantar todo tipo de
bromas.
Pero el grupo no está para muchas alegrías, porque Martínez
ha quedado en el Hospital Británico de Montevideo y las noticias son
inquietantes. Cada mañana, cuando bajan a desayunar, todos preguntan lo
mismo: “¿Cómo está el panocha? ¿Qué se sabe?” Y la respuesta es
monótonamente desoladora: “Nada nuevo. No consiguen sacarle del coma”.
Finalmente, el 2 de agosto es trasladado a Madrid e ingresado en la
Concepción. Siempre en coma.
Vicente Calderón, Juan Antonio Samaranch y Pepita Márquez, esposa de Martínez, visitan a este
en la clinica Concepción de Madrid. / Foto: DIARIO AS.
El
episodio adquiere caracteres de drama nacional. Se sabe entonces que su
joven esposa, Pepita Márquez, está embarazada. Sus fotos a la cabecera
de la cama en la Concepción aparecen en los periódicos, en las revistas.
La imagen se ve en el No-Do. Se recuerda entonces que en su primer
encuentro con el Betis, contra el Barcelona, había sufrido un golpe en
la cabeza en la primera parte, tras lo que le sobrevino un desmayo en el
descanso, y ya no salió en la segunda mitad. Eso había sido en
septiembre de 1962. También que un año más tarde, ante el Pontevedra,
había sufrido una conmoción. ¿Le habían quedado secuelas no detectadas
de aquello?
Pasan las semanas y los meses y todo sigue igual. El
fútbol continúa y el caso Martínez deja de ser noticia constante. Las
referencias al asunto se van espaciando. Alguna nota aquí, algún
reportaje allá…. Así un año, tras otro. En 1967 concluye el contrato del
jugador y el Atlético, a fin de que no perdiera bruscamente todo
ingreso, organiza un partido en su beneficio, que se juega el 13 de
junio de ese año, entre el Atlético de Madrid y un combinado de
jugadores al que cada uno de los restantes equipos de España aporta uno.
El combinado formó así: Iríbar (Ñito); Benítez, Tonono, Reija; Llompart
(Torrent), Violeta; Oliveros, Santos (Ramírez), Ansola (Vavá), Pellicer
y Gento. RTVE ofrece el partido, aportando una cantidad, la asistencia
es buena, pero además se ha puesto en práctica una idea novedosa: por
toda España se venden entradas de Fila 0, una entrada sin
derecho a entrar, una contribución altruista a la causa. Fue un éxito
fulminante. La asistencia al campo dejó 1.200.000 pesetas, la Fila 0
dejó 3.100.000 recaudadas por toda España. En total, con televisión,
cuatro millones y medio, una gran cantidad para la época. Al hijo de
Martínez, que ya aparece junto a su madre en las fotos de la cabecera de
la cama junto a un padre que nunca le conocerá, se le concede el carné
de socio del Atlético con el número 50.000.
Luego, la situación
entra otra vez en rutina. Tras unos meses en los que la esposa del
jugador paga la hospitalización, se hace cargo de ésta la Delegación
Nacional de Deportes, a decisión de Juan Antonio Samaranch, que el día
del homenaje había concedido al jugador la Medalla de Oro al Mérito
Deportivo.
Así hasta el 28 de septiembre de 1972, cuando fallezca finalmente, sin haber salido del coma en ocho años largos.
Josefa
Márquez litigó en 1976 para que la muerte de su marido fuera reconocida
como accidente laboral, lo que le hubiera permitido acceder a una
indemnización. Su abogado esgrimió su desmayo aquel lejano día de su
debut con el Betis o la conmoción ante el Pontevedra, como causas
antecedentes del fallecimiento, que por tanto se habría producido como
consecuencia de la actividad profesional. Pero no lo consiguió. Se
encontró con una frialdad sobrevenida con los años. Regresó a San
Fernando, donde crió a su hijo, que llegaría a jugar en el equipo local,
tantos años después de su padre, de lateral izquierdo.
El caso
Martínez tocó muchas conciencias y extremó durante tiempo las
precauciones de los médicos, dando lugar a la frustración de algunas
carreras. Tal fue el caso de Manuel Lasheras, prometedor jugador de la
cantera del Madrid, al que Bernabéu tenía por el sucesor de Di Stéfano.
En abril de 1965, jugando para el Rayo, remató de cabeza un córner
sacado por Felines, hizo gol y se quedó desmayado. No le dejaron jugar
más. Llevaba esa temporada 33 goles, con cinco hat tricks.
Ramón, extremo del Hércules que pretendió fichar el Atlético como futuro
sucesor de Collar, fue echado para atrás por una anomalía cardíaca.
Curiosamente, después de eso tuvo que hacer la mili. El corazón no le
daba para el fútbol, pero sí para la mili. Barba, otro canterano del
Madrid que pasó cesiones por el Racing (el año de los bigotes) y por el
Betis, también fue echado para atrás por una pequeña anomalía cardíaca.
http://blogs.elpais.com/memorias-blanco-negro/2013/08/mart%C3%ADnez-ocho-a%C3%B1os-en-coma.html