A la parejita que, desde una posición en la zona noble de El Madrigal, siguió en vivo y en directo el repaso que nos dio ayer el Villarreal.
Piensen en los presupuestos que maneja la parejita, por un lado, y los dirigentes del Villarreal, por otro. Piensen en la masa social que hay detrás de los castellonenses y del Aleti. Y no piensen, por favor, en la historia suya y la nuestra, si es que no quieren encharcar el teclado.
Ahora, rememoren lo que vieron ayer sobre el césped. Un equipo con un buen nivel técnico, sin fisuras en ninguna zona del campo, con una preparación física y mentalidad apabullantes, jugando de memoria, siempre con soluciones. El otro, con unos desequilibrios técnicos que espantan, sin centro del campo, con una defensa que da pavor, sin movimientos colectivos, tanto defensivos como atacantes, y que, en cuanto es presionado, se troca en una especie de manada de ñus perseguida por leones. Dirán algunos que es culpa del entrenador, no lo dudo, pero no es el principal responsable: hacer de esta plantilla un equipo de verdad, está fuera del alcance del mejicano, y casi de cualquiera.
Más allá del inefable fallo defensivo que rompió el partido, recapaciten sobre algunas cosas: Jurado de revulsivo, y más en un partido como el de ayer; Luis García como recambio de Simao; Reyes en Madrid; y uno de nuestros extracomunitarios en el banquillo.
Pues a buen seguro que no se les cayó la cara de vergüenza a la parejita, no. Porque, para que tal cosa se produjera, hay que tener algo que ellos no tienen.
Y no le den más vueltas. A lo sumo, recen para los venideros encuentros en casa y para Valladolid, así como para que nuestros tres perseguidores fallen como escopetas de feria.
¡Ah!, y si los rezos funcionan, preparen una novena a la virgen que más devoción les suscite, pidiéndole fuerzas para aguantar lo que a este equipo, si Dios no lo remedia, le puede esperar el año que viene en la Champions.