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A Luis (02/07/2003)
No era hermoso tu juego. Incluso lo caracterizaba
una cierta y deliberada aspereza. Esa armoniosa electricidad de Ufarte
te era ajena. Más aún la luz dorada y quieta de José Eulogio, Vermeer de
Indauchu. Debes reconocer que tampoco quebraste jamás a un rival como
el divino Leivinha aquella tarde de Octubre.
No
era hermoso tu cuerpo. Imposible encontrar en él la felina fragilidad
de Peiró, la energía febril de Adelardo, la arrogancia de Hugo o el
porte de Bernd Schuster, a quien tanto enseñaste todavía.
Pero en
tus manos, como una llama nunca consumida, tenías la música, tenías el
fútbol: cuándo pasar, cuándo correr, cuándo entrar, cuándo buscar el
hueco, cuándo tirar, cuándo derribar, cuándo fingir y cuándo perdonar.
Hoy,
viejo ya -y tan joven- aquel don ha ido destilando gota a gota una
forma de ser, una verdad, un hombre. Entre las tres o cuatro cosas que
únicamente te atreves a afirmar de ti siempre figura el sentirte
atlético. Y pensar que todo empezó como todo, casi por azar, hace ya
mucho tiempo.
¡Qué suerte tuviste!
¡Qué suerte tenemos!
La mente humana tiende a creer que los problemas pueden solucionarse con reuniones u otros conjuros institucionales, sin necesidad de cambiar el contexto que los genera (JOSÉ MANUEL NAREDO)
Ahora sabemos que nada bueno vendrá, si no lo traemos nosotros. (P.GUERRA)