LORENZO LARA
13/12/11 - 20:23
El Atlético de Madrid vive instalado en una histeria colectiva que amenaza seriamente el futuro de la entidad. No se salva nadie, ni dirigentes, ni entrenador, ni futbolistas, ni siquiera los aficionados, que ya han perdido la paciencia y no aguantan más. Es imposible encontrar algo positivo en el entorno del conjunto rojiblanco, algo que invite al optimismo y a mirar al futuro más inmediato con ilusión. Todo lo que le rodea está cargado de negatividad y de mal rollo.
El club se encuentra en un momento crucial de su centenaria historia, en el que debe definir qué camino tomar: bien el que le forjó a lo largo de los años como un equipo grande, o bien el de la mediocridad en el que se encuentra inmerso desde hace bastante tiempo.
No se puede ni se debe olvidar que la camiseta rojiblanca la han honrado jugadores de gran nivel como Collar, Peiró, Escudero, Ben Barek, Adelardo, Luiz Pereira, Gárate, Leivinha, Dirceu, Luis Aragonés o Calleja, que 'la delantera de seda' o 'el ala infernal' eran temidas en todos los campos de España y que el Atleti era un equipo ganador que aspiraba cada temporada a quedar campeón y no a la cuarta plaza como ocurre ahora. Ellos, junto a otros muchos futbolistas, hicieron grande al club tanto a nivel deportivo como social y esa herencia no se puede dilapidar ahora con la ligereza que está haciendo.
También conviene recordar para los que no lo han conocido, que hubo un tiempo en el que el Atlético de Madrid era el máximo rival del Real Madrid por delante del Barcelona. El Clásico de los Clásicos cada temporada, el partido que concitaba toda la atención mediática del momento, era el derbi madrileño y no el Madrid-Barça. De hecho, la diferencia entre el Atlético y los azulgranas era mínima hasta la temporada 87-88. Los catalanes sólo tenían dos títulos ligueros más que los madrileños. Tras 24 años, los que lleva la familia Gil mandando en el club, el Barça ha conquistado 11 ligas y sólo una el Atlético. Una estadística demoledora.
¿Las causas de este estancamiento deportivo? Está demostrado que no es cuestión de jugadores ni de entrenadores, porque los ha habido de todo tipo y condición a lo largo de estos años. Lo que ha permanecido inalterable ha sido la jefatura.
Durante todo este tiempo, los dueños del equipo han sido unos maestros del ilusionismo. Como si de David Copperfield se tratase, cada temporada presentaban un proyecto definitivo, con nombres estelares que generaban una expectación inusitada en la afición colchonera. En el mes de agosto todo eran loas y elogios hacia el equipo. En enero, el proyecto había naufragado. Una temporada tras otra se iban desvaneciendo como el humo.
Un humo que, no obstante, servía para tapar operaciones oscuras, como el fichaje de Rade Bogdanovic, que llegó procedente de la liga japonesa tras desembolsar cerca de 17 millones de euros a la empresa holandesa Van Doorn, un precio muy por encima de su valor de mercado. De hecho, Jesús Gil y Gil y Miguel Ángel Gil tuvieron que dar explicaciones en el juzgado por esta transacción, aunque el caso acabó siendo archivado. También tuvieron que hacerlo por el fichaje de cuatro futbolistas africanos desconocidos por valor de unos 15 millones de euros. Pero todo esto quedaba en un segundo plano gracias a los rutilantes fichajes y a los títulos conquistados de Copa del Rey en 1990 y 1991 y el doblete del 96.<
Ahora la situación ha cambiado. Ni los fichajes ni la conquista de la Europa League y la Supercopa de 2010 bastan. La fractura social es total y el problema es que no hay nadie capaz de revertir esta situación. Ni dentro ni fuera del club.
La afición está hasta el gorro de unos propietarios que piensan más en el negocio y en sus propios intereses que en presentar un proyecto deportivo consistente y con opciones reales de competir. Lo que ha ocurrido esta pasada pretemporada es un ejemplo de manual de lo que no se debe hacer a la hora de diseñar una planificación seria. Se ficha a Gregorio Manzano, un entrenador que no contenta a nadie y a quien no le han explicado que está dirigiendo a un grande y como tal está obligado a salir a ganar en cualquier campo, incluso el Camp Nou y el Bernabéu. Aparece un inquietante fondo de inversión que, al parecer, participa en varias transacciones. Se invierten 45 millones en Falcao y Micael. Éste se va directo al Zaragoza porque el Atlético no lo quiere, mientras que el colombiano se pierde el primer partido de Liga porque no llega el 'transfer' a tiempo, increíble. Se vende a Forlán y no se ingresa ni un euro por las deudas contraídas con el uruguayo. Se logra la cesión de Diego por una temporada, previo pago de su salario -5 kilos- y no se consigue incluir una opción de compra. Llega Courtois con una supuesta cláusula por la que tiene que jugar una serie de partidos por contrato, mientras que Joel y Asenjo se quedan en el equipo. Aparecen en escena operaciones rocambolescas como el intento frustrado de contratar al nigeriano Samson Olaleye, que juega en la liga de Vietnam, o la cesión de Dani Pacheco al Atlético procedente del Liverpool para cederle a su vez al Rayo Vallecano... Después de toda esta locura, estar décimo clasificado a estas alturas es lo menos malo que podía pasar.
En la memoria colectiva de los seguidores rojiblancos están las grandes gestas conseguidas por su equipo a lo largo de la historia que le han hecho grande. Ése es el equipo que quieren tener los atléticos, el que aspira a todo cada temporada y no el que se conforma con ser cuarto, sale derrotado ante Real Madrid y Barcelona o hace el ridículo, como empieza a ser norma común.
A lo que yo veo, amigo Sancho, estos no son caballeros, sino gente soez y de mala ralea. Dígolo, porque bien me puedes ayudar a tomar la debida venganza del agravio que delante de nuestros ojos se le ha hecho al Atlético de Madrid. (El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha. Versión libre adaptada).