El triunfo del Atlético de Madrid
Elsa López Escritora 26.05.2014 | 23:40
Han tenido alguna vez la sensación, después de un fracaso, de que no hay dolores ni tristezas por ello, ni tan siquiera el regusto amargo que se nos queda cuando caemos derrotados por un adversario parecido o igual a nosotros? Pues eso es lo que ocurre cuando perdemos una batalla de cualquier tipo que sea y, sin embargo, nos quedamos tan anchos porque algo en nuestro interior nos dice que esa derrota es solo una apariencia; que perder una batalla emprendida contra los dioses no es mérito de ellos sino victoria nuestra por habernos enfrentado a lucha semejante. No venció David a Goliat ni el Chico al Grande. Eso son leyendas inventadas para fortalecer al débil. Son metáforas; lecciones desde distintos púlpitos para animarnos en la agonía. Solo eso. Pero a veces ocurre en la realidad. A veces la derrota aparente se convierte en un triunfo por todo lo que esa derrota simboliza frente al enemigo que parece ser el vencedor. Son pequeños matices, rituales a los que solo algunos parecen dar importancia; acciones inconscientes en las que pocos reparan.
El enemigo se yergue altivo, vociferante, desnudo en su arrebato triunfal. Levanta la espada ensangrentada y la muestra al graderío mientras entona su canto de victoria. El vencedor no sabe que con ese gesto acaba de perder la batalla. El vencido se arrodilla, hunde la cabeza en la hierba y parece que llora. Pero no es así. No lo crean. Arrodillarse sobre la tierra donde acaba de ser abatido demuestra el coraje y la valentía que le llevó a enfrentarse con enemigo tan poderoso en campo tan difícil y por eso besa la tierra que le dio fuerza y arrojo y le agradece que le haya permitido probar en ella su valor. Todos lo entendemos así. Porque los héroes cuando pierden no lo hacen literalmente. Porque el héroe se levanta una y otra vez, se cura de sus heridas por algún milagroso ritual y vuelve a empuñar la espada en el siguiente episodio. Porque los héroes renacen de sus cenizas más fuertes, si cabe.
Y nosotros sabemos que eso va a suceder y por eso no sentimos su derrota como tal. Lo sabemos los que entendemos la lucha como un largo camino de pequeños tropiezos que nos van fortaleciendo. Frente a la victoria de los dioses, la derrota de los héroes se vuelve un triunfo. La alianza de los dioses es siempre poderosa y el héroe sabe que puede ser vencido pero aún así luchará hasta la muerte y aunque sea derrotado por ellos, el héroe sabe (todos lo sabemos) que solo la lucha es ya un triunfo. Lo saben y por ello sonríen. Igual que nosotros.
Miembro del Consejo Editorial de la opinión de tenerife