Pasadas ya unas cuantas horas desde que todo acabó, y después del duelo, el dolor y la rabia, cuando todas ellas empiezan poco a poco a reposar en el fondo del viejo arcón donde guardo las penas con siete llaves, me miro al espejo y he de reconocer que me sorprendo a mí mismo con una media sonrisa en la cara. Al principio me extrañé. Si bien no tengo quejas ni quitas pendientes actualmente con la vida, más allá de lo que nos hizo el sábado, tampoco esperaba yo verme sonriendo. Y es una sonrisa como la de Burt Lancaster en "El Terrible Burlón", de esas de medio lado, altiva y orgullosa, burlona, cargada de sarcasmo, y de comprensión.
Pero lo cierto es que el dolor era, y es, profundo por el Cholo, por lo muchachos, que se lo merecían, y se lo merecen todo. Y me duele por Juanfran, y por mis amigos, y por los demás. Pero sinceramente no me duele tanto por no haberla ganado, me duele el deseo que teníamos y cómo se nos arrebató, pero la copa, esa cosa de hojalata, que tan felices hace a los fuleros, la verdad es que me da igual.
Ser campeón de Europa. Suena bien. He crecido pensando en ello. Mis mayores hablaban de ello y cómo la perdieron, de qué manera tan injusta, aquella vez. Y yo pensaba, mientras crecía, que joder, tenía que haber sido lo peor, muy doloroso, no me lo quería ni imaginar. Y en Lyon quede cerca de saber qué se sentía, muy cerca. Y también crecía pensando, como objetivo claro, casi vital, que la ganaríamos antes o después (que es algo que sigo pensando, pero que sinceramente ahora ya, querida mía, francamente, me importa un bledo. ya te he dicho que si no nos quieres, que te den).
Y habiendo crecido con esos pensamientos y aquelllas historias, hete aquí que de repente me encuentro, nos encontramos, que lo que siempre me pareció la peor pesadilla, la hemos vivido nostros por partida doble en el transcurso de apenas dos años, que aunque naturales sean tres, desde una a otra, es el tiempo que ha pasado, dos años. Y por si fuera poco, encima esa pesadilla se ha hecho realidad con el peor de los horrores posibles, mirando al otro fondo y viendo a tipos que portando alcantarillas se ponen a celebrar, poco y a su manera absurda, pero a celebrar. (Hasta ese momento pensé que estaba ante un bonito decorado de cartón piedra puesto por la UEFA para que esa muchacha que cantaba y pegaba saltitos no se sintiera tan sola).
La primera vez, en Lisboa, me jodia verles celebrar, lo reconozco. Me jodia mucho. ¿Por qué ellos y no nosotros? Ya sabéis, la eterna pregunta que todo ser humano se hace en cuanto conoce a otro ser humano (más aún si el otro más parece un protozoo que un ser humano y tiene cosas que no parece merecer). Pero esta segunda vez no me preguntaba eso, ni siquiera me daba rabia verlos, porque lo que me preguntaba es: ¿pero qué coño celebran? (si es que a eso que hacen ellos se le puede llamar celebración, más pendientes de hacerse un selfie con una copa fake o de ver como el tipo ése que muestra tabletas de color cetrino se besa más o menos, de tanto que se quiere, mientras grita (creo que incluso así mismo): "chupádmela, eh, chupádmela, que soy yo, el que la he ganado, para mí, no para vosotros, para mí, pero que soy yo. Miradme, miradme, que os dejo que me miréis, pobres infelices".
Pero ya al margen de eso, de quién debería celebrar qué, es que creo firmemente que hay derrotas que valen por mil batallas y mil victorias. La hostia más importante de mi vida, me la dieron a mí, de la que más aprendí, la que me enseñó que en la vida no se puede, ni se debe, ser un g.ilipollas.
Y ya sé por qué sonrío, lo tengo claro, lo he visto, y sé que es así. Sonrío porque no soy uno de ellos, evidentemente. Como ya dije el otro día, eso si que debe doler. Pero también sonrío por no ser un idiocio de los suyos que se sigue preguntando: ¿por qué les quieren a ellos y no a nosotros, que hemos ganado? ¿por qué ellos son los héroes y yo no? ¿por qué todo el mundo hoy es mucho más rojiblanco que el viernes? ¿por qué les admiran y a nosotros no? ¿qué coño estamos celebrando si ellos son los que van a quedar en la historia y van a pasar a formar parte de ella? ¿Por qué todos prefieren esa manera de competir, esa manera de trabajar, esa manera de luchar, si yo hago unas espaldiñas y unas rabonas que te cagas y además vendo un huevo de camisetas? ¿Por qué les arropan, les miman, les quieren, si son unos perdedores? Ellos han perdido y no nosotros. Nosotros somos los campeones, tengo, 10, eh, 11, o 12 no sé, muchas, tengo muchas... ¿pero es que no lo veis?
Pobres idiotas, jamás lo podrán entender.
Sí, tengo claro por qué sonrío, no tengo motivos más que para sonreír, cada mañana me miro al espejo y veo el escudo del Aleti grabado en mi corazón. Cómo coño no voy a sonreír, pobres idiotas.
Forza.