Era un 10 de Abril de 1975, en el estadio Vicente Calderón, donde se disputaba la vuelta de la final de la Copa Intercontinental. El rival era el Independiente de Avellaneda (curiosamente el ex-equipo de la ahora estrella rojiblanca, Sergio Agüero) y ese día, el más importante de la historia del club, el Atlético de Madrid se proclamaba campeón del mundo.
El equipo rojiblanco llegaba a esta cita después de la trágica pérdida de la Copa de Europa contra el Bayern de Münich a falta de 30 segundos para que finalizara el encuentro, pero esta vez el destino le daba una segunda oportunidad, la Copa Intercontinental.
El equipo alemán eludió el compromiso por problema de fechas para disputar la final contra el Independiente de Avellaneda y la FIFA decidió que el equipo que tenía que disputar este trofeo era el subcampeón de Europa, el Atlético de Madrid.
De esta manera, el equipo rojiblanco acudía a Buenos Aires para disputar la ida de dicha final en la Doble Visera Hernán Sandi con la idea de olvidar todo lo ocurrido un año antes en Bruselas, en la final de la Copa de Europa.
El Independiente, vigente campeón de la Intercontinental tenía un potente equipo, con jugadores de talla mundial como Bochini, Pavoni, Balbuena o Bertoni entre otro, pero el Atlético con Luis Aragonés en el banquillo supo aguantar con uñas y dientes un aburrido encuentro con un solitario gol de Balbuena en la primera mitad.
La vuelta tendría lugar en un abarrotado Vicente Calderón, donde la afición rojiblanca acudió en masa para ver el partido que llevaría al Atleti a conquistar la Copa Intercontinental.
El Atlético de Madrid salió a por todas, con un equipo ofensivo que tenía bajo palos a Pacheco, un portero que casi siempre era suplente pero que llevaba en el club desde 1967. Las labores defensivas eran para Melo, Heredia y Capón. Como organizador estaba Adelardo Rodríguez con Jabo Irureta como enlace y ayudados por Alberto y Eusebio. En los extremos aparecían Ayala y Aguilar con “el ingeniero del gol”, José Eulogio Gárate como delantero centro.
Al mando de este equipo estaba Luís Aragonés, que hasta hacía unos meses había sido jugador en activo y que daba órdenes a los que habían sido sus compañeros.
Los colchoneros se adelantaron pronto en el marcador poniendo la igualdad en la eliminatoria en el minuto 22 con un gran remate de cabeza de Jabo Irureta a pase de Adelardo. En una segunda mitad bastante igualada Luís Aragonés decidía dar entrada a Salcedo por Alberto para que el equipo siguiera peleando.
En el minuto 82 el arbitro chileno Carlos Robles seguía haciendo de las suyas y no pitó otro penalty claro del argentino López que derribó dentro del área a Gárate.
Y a sólo cinco minutos del final, el partido se decantó del lado rojiblanco con un gol, otra vez a pase de Adelardo, del Ratón Rubén Ayala que forjeceó con dos defensas y remató a portería el gol más importante de la historia del Club Atlético de Madrid y que proclamaba al conjunto colchonero como campeón del mundo.
Muchos de los jóvenes rojiblancos de ahora, por culpa de Jesús Gil y Enrique Cerezo, no saben que una vez su equipo fue grande, tan grande que fue Rey del Mundo en 1975, en el estadio Vicente Calderón, ese estadio que ahora pretenden destruir. |