A veces las cosas en la vida no suceden en función de los deseos.
Tampoco suele ocurrir que el niño vago se vuelva estudioso en una semana, que el jefe hijoputa adquiera un corazón de oro durante el transcurso de un fin de año, que el politico mentiroso se vuelva honrado en 24 horas, que yo sea capaz de ligarme a la vecina del tercero con mi mirada de fuego....
Las cosas vienen con trabajo, planificación, esfuerzo, excelencia. Y ninguno de ésos atributos adornan a los dueños del clú. Ni a los dueños ni al capataz de la finca (con su píe malherido).
¿Que cabe esperar entonces? Pués lo más normal es que el niño siga siendo un vago, el jefe un hijoputa, el político un mentiroso, y yo no me lige a mi vecina. Por mucho que se de vuelta a las cosas y se desee que cambien. Las cosas no cambian solas.
En concreto para hoy (y supongo que para el futuro como ya lo viene siendo desde el pasado) podemos perder con humillación, podemos empatar si el contrario tiene un dia malísimo, ó podemos ganar si el contrario tiene un dia malísimo, metemos un gol en jugada aislada y luego a defendernos de cualquier manera.
Muy lejos, ya casi no lo recuerdo, quedan partidos donde dominemos juguemos bien y ganemos. Me temo que eso no volverá jamás.