Este Atlético sí tiene defensa
vie abr 23 01:01
Sin Kun y su fútbol de barrio, Quique Flores tiró de
laboratorio. Diseñó un "Plan B"de riesgo controlado con dos
premisas: Corazón caliente y cabeza fría. Una hoja de ruta que se sumó a
los intereses de
Rafa Benítez, uno de esos
entrenadores que no son, precisamente, amigos de la improvisación. Con
QSF
y Rafa The Gaffa jugando al ajedrez sobre el tapete verde del
Manzanares, el choque fue un martirio para los aficionados y una
bendición para los fanáticos de la pizarra. Sin Torres, manantial de
aventura y chispa "red", el
Liverpool fue un equipo
armado sin la pelota. Porque con ella, durante todo el partido, apenas
supo qué hacer. Tuvo la disculpa de quedarse huérfano de
"El
Niño" y de echar mano del cansancio de vivir una odisea de
2.000 kilómetros en autobús, tren y avión. Pero con el menisco de Torres
en reposo, el Liverpool fue un Liverpool capitidisminuido. Los galones
fueron para
Steven Gerrard, el poeta guerrero de
Anfield, y para
"El Jefecito" Mascherano, un insaciable
perro de presa. Detrás, dos líneas de cuatro firmes, rocosas y
pegajosas, el muro de siempre. Delante, pelotazos
"made in
Picapiedra" buscando a
N'Gog, un tallo de dos
metros. El fútbol de los ingleses, a ras de suelo, fue un erial. Los de
Benítez, en un ejercicio de de inoperancia, ni siquiera probaron a De
Gea. Sólo
Gerrard, a golpe de corneta con un disparo
fuera, y
Kuyt, con un remate alto, fueron capaces de
llevar algo de peligro al corazón del área colchonera. Según JB Toshack,
"Bill Shankly decía que la Liga era el pan y la mantequilla y
que Europa era la nata. Había que ser regulares, eso lo primero."
Visto lo visto, este Liverpool se ha quedado sin pan, sin matequilla y
en el Calderón se quedó ni oler la nata. Por rácano.
El
Atlético, que no tuvo magia, sí tuvo la energía que la cita requería:
Seriedad atrás, concentración a balón parado, un mediocampo intenso y
un despliegue físico impresionante en las bandas. Quique entendió que
debía ganar la batalla por fuera, porque sin Kun saldría escaldado
jugando por dentro. QSF exigió firmeza a su línea Maginot, pidió energía
a Assunçao y García, puso a Jurado a
flotar entre líneas y colocó de ariete a Forlán. Pero
su gran apuesta fue forzar la máquina desde los costados. Apostó en las
orillas a Simao y Reyes, con jurisdicción en toda la
cal, y les pidió que vaciaran su depósito en beneficio del equipo. Esa
sociedad fue la única capaz de hacer saltar por los aires un partido
contaminado por el rigor tacticista de la noche. Forlán,
después de una gran jugada y pase de Jurado, abrió la lata con fortuna.
El Calderón rugió, el Liverpool palideció y Reyes creció.
El gol fue la contribución de Forlán a lo que su parroquia le pedía,
hacer un esfuerzo extra para encontrar petróleo. Una vez profanada la
meta de Reina, el partido se afeó aún más. El Liverpool, lejos
de ir a un ida y vuelta, se afanó en no cometer más errores. El
Atlético, con cuentagotas, buscó el segundo, pero siempre jugando con
la calculadora. A pesar de eso, el Atlético mandó el limbo un póker de
ocasiones. Siempre lanzado por un José Antonio Reyes pletórico y
líder, el Atleti perdonó hasta en cuatro ocasiones. Ujfalusi,
generoso, topó con Reina en dos ocasiones. Forlán, sólo, marró la
tercera. Reina consiguió que, a la cuarta, tampoco fuera la vencida.
Sacó una volea espectacular de Simao a bocajarro y salvó a su equipo de
lo que habría sido un más que justo castigo.
Jurásico en
su estilo, abusón del "kick and rush", el Liverpool apretó los dientes
en los últimos minutos. Fue entonces cuando lo inesperado
ocurrió. La zaga del Atlético, eterna sospechosa y casi siempre un tigre
de papel, bordó la perfección. Antonio López pudo con su par. Domínguez
demostró sobriedad y valentía. Ujfalusi fue un titán. Y Perea,
el tipo que vivía a caballo entre un atleta de 400 y un bombero torero,
vivió su gran noche y fue jaleado por su público. No se
complicó con la pelota, sacó hasta cuatro jugadas al límite (tres de
ellas a Gerrard), se cruzó de manera providencial en dos pases al hueco y
fue una batidora que barrió todo el frente de ataque inglés. El
colombiano, infranqueable, vivir para ver, fue el ángel custodio de
David De Gea. Perea, denostado por sus actuaciones infantiles y casi
chistosas, vivió el momento de la noche. Encontró un balón en
tierra de nadie, levantó la cabeza y la pegó, picuda, directamente
fuera. Lo de casi siempre. Pero el público, contagiado por su esfuerzo,
no le pitó. Al contrario, premió su error con una ovación.
Reyes
salió del campo ovacionado, Forlán exhausto pero aplaudido, Domínguez
coreado y Quique Sánchez Flores, victorioso en la batalla de las
precauciones. Con una renta raquítica y una ilusión gigantesca,
el Atlético agradeció a su apasionada hinchada, sedienta de gloria. La
historia no recordará este partido por su fútbol, pero sí lo hará por
el público del Calderón. Aunque sin el Kun todo cuesta el doble,
la gente cantó bingo. Su equipo - un equipo, por fin- fue
mejor, ganó y se acercó a la final de Hamburgo. Por el camino se
encontró con un héroe inesperado que borró del mapa su mala reputación. Fue
la gran noche de Perea. Así es el Atlético, impredecible. Esta noche sí
tuvo defensa.
Rubén Uría / Eurosport
http://es.eurosport.yahoo.com/futbol/ruben-uria/article/10295/