Yo, sinceramente, estoy ya muy
cansado de este debate.
El Niño ya no es el que era antes
de su lesión de rodilla, y mucho menos el que fue en el Atleti. No podemos
seguirle mirando con los mismos ojos que hace años porque el tiempo pasa. Para
todos. Y a veces llega un momento en que para poder seguir disfrutando del
presente, hay que dejar ir al pasado. Torres ha dejado de ser el jugador
descarado, ambicioso, explosivo, acertado y veloz que nos asombraba, para convertirse en
otra cosa. Y aún así, aún hoy es un grandísimo jugador, tanto que en España y
su selección (y en muchos otros países) no hay otro 9 tan bueno como él a día
de hoy.
España cuenta con un 9 que no
sólo mete goles (puñetera manía de muchos de hacer de la estadística, dogma).
Eso es lo poco que hacen Soldado y los otros candidatos a hacerle sombra. El 9
de hoy ya no es el 9 de cuando éramos pequeños. Un 9 hoy ya no basta con que
remate los pases de la muerte y fije a los centrales. Un 9 de hoy tiene que
abrir espacios, tirarse a la banda, dar asistencias, presionar en defensa,
defender los córneres, dar sitio a que la segunda, la tercera y la cuarta línea
suban a rematar y marquen por él. La obsesión con la definición me parece de
gente sólo piensa en el orgasmo, olvidándose de todo el proceso de conquista. O
de gente que se quedó enquistada en el fútbol de los ochenta y no ve más que
los resúmenes de los partidos, donde el que marcó fue el bueno del partido y
los demás ni aparecen ni se conocen. Torres está un escalón por encima del
resto, y por eso sigue batiendo marcas y siendo titular a pesar de encontrarse
en un estado de forma y mente muy inferior al que hemos visto en vivo y en
directo, en nuestro estadio. Y ahí es donde viene el lastre: muchos que esperan
esa acción espectacular que no llega acaban pronto (acabaron hace años) desesperados.
Quieren amor de quinceañeros y lo que se encuentran es un amor maduro, un saber
de qué va esto de estar en pareja. Menos meter y más trabajar. Y eso ya lo
tienen en casa y aún no se enteran de qué va la vaina.
Así que la crítica con Torres es
desmedida, ya sabemos los porqués y los cómos, y no tiene sentido seguir
dándole vueltas al asunto. En el extremo de los “anti-Torres” en realidad opino
que su problema se trata de una dualidad sufriente que les lleva a volverse así
de radicales. Desearían al mismo tiempo que Torres metiera quince en cada
partido con la selección y que las fallase todas. Para poder sentir en el
primer caso algo caliente cerca del perineo, ese malestar tan agradable para ellos,
que les callase la boca. Y para poder culparle al mismo tiempo de su deseo “pervertido”
inicial e insatisfecho. Cuanto más pesados les noto, menos caso les hago y
menos intento corregirles, ¿qué sentido tiene intentarles sacar de su error?:
no es un argumento, es un sentimiento y los sentimientos no son opinables.
Y lo mismo por el otro extremo.
Mi postura? Seguir disfrutando de él, de lo que le quede y pueda darnos. Lo demás es querer lo que no es
Saluten