Un saludo y muchas gracias a todos. Un abrazo a pro56, Ozemaria, Lecter y Marcial. También a ROJiblanco.
Sobre este asunto, no discuto los derechos del aficionado, pero sí me parece interesante constatar que excepto el de verle jugar, Forlán los niega todos, de manera que, no ateniéndose al cínico dictamen, tan caro a tantos, de que "el que paga siempre tiene razón", elimina de un plumazo la relación de índole estrictamente comercial que -al menos en lo tocante a este asunto- a todo honesto seguidor atlético debiera, digamos, inquietar. Sustituyan ahora ustedes el verbo y digan que "el que ama siempre tiene razón" y verán que la impostura no varía. Si acaso, aquel cinismo queda velado por un sentimentalismo más bien fofo y, tal vez, no menos cínico. En cualquier caso, excelente productor de falsedades.
Por otra parte, me abono yo también a la hipótesis de Lecter, secundada por Ozemaria y otros, de que en el origen está el ego. Pero, señores, no introduzcan ustedes obstáculos de los que yo quería librarles. ¡Si de ahí ya partíamos! El ego. ¿Habéis oído hablar a Forlán? ¿Le habéis visto vestido de calle? Tan plano, tan normal, con esa voz casi transparente, los ojillos inquietos y claros, los labios delgados, la sonrisa indefensa. Parece una lonchita de jamón de York. Es el ego -enorme- del hombre subsumido e hiperconcentrado, del artista obligado a constituirse en referente moral. Pero no nos confundamos: al verdadero artista, la vanidad jamás le lleva a la complacencia.
Y todo esto porque hay micrófonos hasta en la sopa. ¡Con los lugares extremosos que en su día se vieron impelidas a visitar nuestras madres por boca de Ufarte, Luis, Adelardo y compañía! Cierto es que en estos días se le ve atribulado y disperso al uruguayo. Se ha dado cuenta de que el quería ser un dios en un altar -un dios bueno y oferente, exacto y tímido- y que, en realidad, habiendo Grada por medio y más aún en este Estadio, lo máximo que podrá llegar a ser es el primer lacayo.