La certeza es la muerte de cualquier juego, por no decir de la vida. Con ella se acaba la incertidumbre, que es la llama a cuya luz y calor acudimos a jugar o a disfrutar vicariamente del juego. Y lo hacemos con la esperanza de salir triunfadores, que es solo una de las dos posibilidades que deben permanecer abiertas -la otra, obviamente, es la derrota. Por eso, nunca he entendido a los seguidores de los equipos o deportistas monopolizadores del triunfo: ¿qué placer lúdico puede haber en la victoria constante, en la certeza del triunfo? Pero igual de mal entiendo al aficionado que se regodea en la derrota continua y, al modo del esclavo, acaba convirtiéndola en su seña de identidad, que luego envuelve en vestiduras religioides.
Es cierto que la memoria consiste más en el olvido que en el recuerdo, cómo si no podría funcionar. Por eso, no quiero recordar los Madrid-Aleti de otra época como tiempos victoriosos, aunque mis tres primeros recuerdos de los derbys sean dos victorias en finales coperas allá a comienzos de los años sesenta y una posterior por 4-0 en el viejo Metropolitano, ésta en eliminatoria de Copa. Recuerdo más vagamente las derrotas, salvo aquellas que vienieron envueltas en el escándalo de un expolio arbitral. Pero sé que las hubo, y numerosas. Pero ese no es el caso; el caso es que siempre recuerdo los días de derby como días en los que, fuéramos bien o mal, estuvieran ellos en una de sus rachas triunfales, decir Madrid-Aleti o Aleti-Madrid era anuncio de lucha agónica, de incertidumbre y esperanza.
Hoy ya no es así. Decir actualmente Madrid-Aleti o Aleti-Madrid es como entrar en el mundo de la certeza, de la derrota en nuestro caso. Y ese espíritu de derrota, de inferioridad, de acomplejamiento manifiesto, queda excelentemente reflejado en las palabras de un joven jugador nuestro, formado encima en nuestra cantera, al terminar el partido (?) de ayer: "les hemos plantado cara". O sea, hemos perdido "dignamente". Somos inferirores y nos basta con no salir humillados por una goleada.
Para los colchoneros ya cargados en años, como el que suscribe, el dolor que produce esto es muy grande, porque ya apenas si soy capaz de conectar mi memoria con el presente. Aquellos viejos duelos locales, que lo eran de primer nivel nacional, se quedan ya tan lejanos, tan desconectados del presente, que apenas si representan una idea que, a fuer de difusa, ya no sabes si es realmente recuerdo o pura ensoñación.
Hasta la memoria me están matando, esta pandilla de cabrones que se han apropiado indebidamente de mi Aleti.