La afición rojiblanca alucina con el tercer puesto que ha alcanzado el Atlético en la Liga después de encadenar tres victorias. Alucina porque el equipo colchonero no se encontraba tan bien situado en la tabla con la temporada tan avanzada desde la 17ª jornada de la temporada 98-99. Alucina porque hacía nueve años que su equipo, a mitad de Liga, no se encontraba entre los aspirantes al título.

Es lógico que la novedad levante expectativas, pero el actual puesto del Atlético era, hasta hace una década, algo normal. No era noticia que estuviera por detrás del Madrid y del Barcelona, peleando con sus armas frente a los clubes más poderosos del país.

No hay que remontarse muy atrás para hallar situaciones chocantes en la actualidad. El Atlético prescindió de Ivic en la temporada 90-91 (no llegó a dirigir la final de Copa) después de acabar la Liga en segunda posición. Clemente fue despedido en la 27ª jornada de la 89-90 yendo segundo. Y en las campañas 88-89 y 87-88 cayeron Atkinson y Menotti con el equipo en tercera posición. Cierto que el FFCdBdO en esa época, devoraba entrenadores como Saturno a sus hijos, pero era un síntoma de la grandeza del Atlético: entraba en crisis cuando perdía sus opciones de luchar por la Liga.

Los datos son esclarecedores. Los puestos más habituales del Atlético al final de Liga han sido, por este orden, tercero, primero y segundo. Y por jornadas el orden es segundo tercero y primero. Que la afición alucine, pero esto no es un sueño. Es la realidad.

Quince años sin colíderes madrileños

El Atlético podría superar al Barça en esta jornada y colocarse en segunda posición, por detrás del Madrid. Los equipos madrileños no ocupan los dos primeros puestos de la tabla desde la 34ª jornada de la temporada 91-92. Entonces, en la 35ª jornada, el Madrid se impuso en un derbi disputado en el Bernabéu y el Barcelona adelantó al Atlético. Los eternos rivales de la capital no han vuelto a coincidir en las alturas.

Esto, gran Escudero, es lo que han conseguido los que mandan en el fútbol moderno, que los clubes pierdan sus raíces hasta el punto de que, como en el Atlético de Madrid de esta temporada, ningún jugador de su primera plantilla haya nacido en su ciudad o en su provincia. Así es la nueva realidad, construida entre presidentes y consejeros delegados que ni se enteran de qué va esto ni quieren aprender, intermediarios que vuelven locos a los futbolistas y a todos los que pasan a su lado, secretarios técnicos que miran más allá de donde les llega la vista, entrenadores asustados que sólo piensan en el próximo partido y jugadores ansiosos de hacer caja.

Esto es lo que hay, un fútbol irrespetuoso con la historia de los clubes y con las costumbres que la forjaron, desconsiderado con los aficionados y alejado de la sociedad que les rodea. Es decir, los equipos de fútbol son empresas. Los clubes nacieron, como el Atlético hace más de cien años, para fomentar la actividad deportiva de sus socios y vincularlos a un proyecto con lazos afectivos. Ahora, los socios son espectadores de usar y tirar a los que se reclama cada quince días con anuncios atractivos pero vacíos. Quizás no haya más remedio que aceptarlo, pero a mí no me gusta, como no me gusta que el Atlético no tenga madrileños en sus filas.