http://www.larazon.es/noticia/4711-el-kun-ag-ero-hace-magia-en-la-romareda-0-1 Agüero es el Atlético
(0-1)
Decidió el partido en
Zaragoza con un gran gol en la segunda parte
Quedaban cinco minutos
para el final del partido cuando Agüero se marchó lesionado al
banquillo. Tenía la rodilla hinchada después de un golpe de Ponzio. Un
golpe innecesario para cualquiera menos para la memoria del argentino
del Zaragoza. No se le había olvidado todavía lo que había sucedido unos
minutos antes. Una jugada en la que el «Kun» le había robado la
dignidad y a su equipo los tres puntos. Recibió la pelota en el borde
del área, con Ponzio esperándole unos metros más adelante. Arrancó y en
un momento el jugador del Zaragoza ya estaba viéndole la espalda.
Disparó y Leo Franco, el mismo portero que le cuidaba cuando llegó al
Atlético, no pudo hacer nada para evitar el gol. Era la jugada del
partido, la que convenció al Atlético de que estaba en condiciones de
dar la espalda a sus tradiciones más recientes.
El gol llegaba después de un barullo en el área del Atlético, una
colección de rebotes que Perea acertó a despejar para montar el
contraataque. Era una rebelión contra su leyenda. Cualquier otro día, la
jugada del Zaragoza hubiera terminado en gol y Agüero no hubiera podido
demostrar su capacidad. Así había sido en las jornadas anteriores que
castigaron a los rojiblancos con cuatro derrotas consecutivas.
Pero ayer apareció el «Kun». Un jugador más grande que el club que le
paga. Un club que desde hace tiempo insiste en hacerse también más
pequeño que su historia a pesar de las dos Copas tan recientes.
Era el día de Agüero, el segundo cumpleaños de su hijo Benjamín, el
nieto de «Dios». Y nada podía arrebatarle su alegría. Por mucho que lo
intentara el Zaragoza. Oportunidades tuvo. Especialmente en el comienzo
de la segunda parte, cuando Bertolo sustituyó a Sinama Pongolle y abrió
un agujero por la banda derecha de la defensa rojiblanca. Superaba a
Ujfalusi en cada jugada, pero a sus amenazas respondió Agüero con el
gol.
El Zaragoza tardó en recuperarse del golpe, pero lo hizo a tiempo de
intentar ganar el partido. Uche disparó al larguero y más tarde repitió
Bertolo después de que Ujfalusi y Elías no se entendieran en el momento
de despejar un balón.
Hubiera sido un castigo demasiado duro para el «Kun». Es el culpable de
la victoria rojiblanca, aunque no estuvo solo. Reyes lo acompañó, como
siempre. Y entre los dos se repartieron las patadas de los defensas
zaragocistas. Como siempre también, el sevillano recibió más. Estaba
Forlán, que dio señales de que empieza a comprender que el gol no es
responsabilidad exclusivamente suya. Dio a Agüero el pase del gol y lo
buscó más veces. Muchas más. Y estaba Koke, uno de esos eslabones que
unen al Atlético con su tradición, con los chicos criados en su cantera
que lo llevaron a ser grande toda la vida. Uno más que añadir a De Gea y
Domínguez, aunque ayer jugara en la banda izquierda, fuera de su sitio.
El Atlético puede haber iniciado su recuperación. O no, nunca se sabe
con él. Pero si Agüero es capaz de mantener su nivel de ayer los peores
tiempos han pasado.
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http://www.abc.es/20110219/deportes-futbol/abci-atletico-zaragoza-cronica-201102192251.html
Inmerso en uno de sus ciclos vitales que lo llevan de la
depresión al éxtasis sin fases intermedias, el Atlético
restableció de un plumazo todos los circuitos de su realidad. Hizo un
gran partido en la Romareda, de
principio a fin, como si nada hubiese pasado en este tramo oscuro que lo
había transportado a un agujero negro. Agüero
consumó la obra de su equipo después de un primer acto impecable, en
que el que mereció varios goles. [Narración
y estadísticas]
Jugó el Atlético con una propiedad fuera de uso,
desprovisto el equipo de la tela de araña que lo había atenazado en las
últimas estaciones, suelto, libre, como si todos sus fantasmas se
hubiesen ido a pasear. De repente, el grupo que antes sufría dejó de
castigar a su parroquia y propuso un fútbol estimable. Se decidió a
ganar el partido desde el instante primero y puso fe en la apuesta.
No aplicó Quique ninguna
receta milagrosa a la vista, salvo la entrada de Koke
en vez de cualquiera de los fichajes invernales. Y a menos que el
entrenador del Atlético diese con la tecla de la oratoria tan a su gusto
—el mensaje febril y contagioso de Al Pacino en «Un domingo
cualquiera»—, no se atisbó nada especial. Y Atlético jugó de maravilla
en el primer acto.
Tanto que los jugadores del Zaragoza se convirtieron en
gladiadores defensivos y Leo Franco, en
pluriempleado. El Atlético fabricó una ocasión cada cinco minutos y fue
elevando la intensidad de su juego y la transparencia de las
oportunidades. Empezó el duelo en una operación por avasallamiento
(furiosos cabezazos, saques de esquina en tropel, mucha energía) y acabó
la primera parte tocando el arpa. Entre Kun Agüero y Tiago
montaron una deliciosa combinación que no cerró en el gol el argentino
por esas cosas que solo pasan en el Atlético.
Antes pudieron anotar casi todos los futbolistas
rojiblancos. Raúl García, Reyes,
Tiago, Forlán, Agüero... Frente al monólogo, el Zaragoza opuso
una obstinación guerrera. Típico equipo de
Aguirre. Mucha pelea, laboriosa conciencia de grupo, ronchas de
piel por el césped y fútbol escaso. Solo los duendes del Manzanares
podrían explicar por qué el resultado al descanso era 0-0.
Una ocurrencia de Aguirre atentó contra el gobierno de su
rival. Retiró a Sinama y colocó a Bertolo por la izquierda. El argentino
reclamó la pelota, le dijo a Ujfalusi que no conoce el miedo y recordó a
todos que la defensa colchonera es este año un dolor. Fueron momentos
de zozobra repentina para el Atlético, que se sintió confundido. Había
jugado de cine y el Zaragoza
amenazaba con devolverlo a la fatalidad a través de un zurdo habilidoso.
Lo evitó Kun Agüero, un futbolista superlativo en muchas
facetas y único en el sprint corto con el balón controlado. Así levantó
su victoria el Atlético. Un contragolpe bien conducido por Forlán, el
pase cruzado al argentino y la resolución genial del atacante, rápida
salida hacia un lado y el balón a al cazuela.
Lejos de meterse las manos en los bolsillos, de confiscar
su éxito, el Atlético siguió atacando ante un Zaragoza sin respuestas.
Demasiado pusilánime y falto de imaginación, entregado a un trabajo
sordo y sin mucho contenido. Aun así, tuvo un par de destellos en el
tramo final: dos largueros que hicieron palidecer al Atlético.