Lo del miércoles fue muy admirable no sólo porque, sacando la alineación que sacó, emitió el claro mensaje de que uno de los objetivos del equipo es la liga y que, además, cuenta para afrontarlo con una plantilla más amplia que el actual líder, sino también, particularmente en lo que atañe a Fernando Torres, por el inmejorable uso que hizo de todos los elementos propios del fútbol actual para conseguir la victoria, que son lo de siempre en las batallas, de los que ya nos hablaron los clásicos hasta ;Maquiavelo, hasta ese otro que se incorpora a finales del siglo XlX, que es la prensa.
Resulta que, como todos pudimos comprobar, Fernando Torres es ahora mismo, a principios de enero, algo así como medio delantero centro. Quizá dentro de tres semanas ya digamos otra cosa pero ahora mismo es así. Pues bien, la valoración que Simeone hizo de su llegada -aludiendo a su talento, su capacidad de esfuerzo y su sentimiento de pertenencia- y de su presentación -"emocionante"-, la escenificación de sus entrenamientos con Ortega -el jefe en plenas navidades a solas con él y a todo meter, por la noche, a tres grados, bajo los focos del Cerro del Espino-, la calificación de su estado físico en la rueda de prensa -"potente", "en plenitud"- y, en fin, su anuncio un día antes de que jugaría desde el principio, todo ello nos hizo esperar boquiabiertos -y a los del Madrid temer- una especie de jugador con aura o, más que un jugador, un estandarte, una rara energía, lo que, sin duda, condicionó el partido, porque para ese partido él concibió, alimentó y propicició el efecto imparable de esa presencia casi milagrosa.
Una vez terminado -tras haberla exprimido mientras fue posible: sesenta minutos de reloj- , descendió al análisis: "Fernando todavía tiene que aprender cuándo y dónde presionamos". Pero, de momento, no solo se valió de un chico que jugó de nueve con la cara de Fernando Torres para abatir al contrario, sino que además alivió de carga y minutos al que será titular en el partido que más le interesaba, que es el del domingo: el muy contundente y desde luego real Mandzukic.
No sé a ustedes, pero a mí me parece que esto no se puede hacer sin un profundo conocimiento de la naturaleza humana: de los deseos, esperanzas, temores y ambiciones de los hombres, de cómo gobernarlos y encauzarlos hacia un fin común. Lleva en la sangre y en la inteligencia -porque no creo que los haya leido- toda el catálogo de clásicos de Gredos, desde Aftonio hasta Zósimo.