Ha acabado el año bien. No "lejos de su mejor versión", no: bien, sosteniendo por minutos al equipo en la mala primera parte contra Osasuna, sin ir más lejos; tirando un chutazo a la escuadra que habría engordado su larga lista de golazos con un poquito de suerte. Es bastante más bueno que el elogiado Kondogbia, y es pegamento en el campo, jugando donde toque y permitiendo los cambios de sistema inmediatos que tanto emplea Simeone. Ninguna duda con respecto a si debe salir. Por el bien del equipo, que se quede siempre. Si él quiere marcharse, habrá que aceptarlo, quedará el recuerdo de tantos momentos inolvidables y un agradecimiento eterno a un jugador de la casa y querido. El problema es que Caratorcida prepara su habitual venta de verano para cuadrar balances (hay mucho robo y mucho sueldazo del CEO -CEO de cojones- que compensar). Y muchos aficionados aplaudirán la venta. Cómo cala la lluvia fina. Cada partido, cada balón tocado por Saúl, los comentaristas metían la puyita: está en un mal año. Y la gente venga a consumir, y a repetir el mantra. Las redes braseando y dándole la turra al propio jugador. ¿No han aprendido nada después de linchar a Koke y a Correa, héroes de esta liga? Qué va, se creen que sus críticas de mierda "han hecho espabilar", como si en vez de impresentables fueran coaches de ocasión.