El comportamiento que se presume en algunos jugadores este verano sólo debería servir para recordar lo grande y lo comprometido que fue Fernando Torres. Y fue una grandeza atípica, sin ninguna relación con éxitos o títulos. De las siete temporadas que el chaval estuvo en el Atleti, por lo menos en cuatro pudo largarse y dejarnos en la estacada. Pero prefirió quedarse. Y no prefirió quedarse en un Atlético campeón de Liga, subcampeón de Champions, campeón de Copa, de Supercopa de Europa, siquiera en un Atlético campeón de la Europa League. Se quedó en un Atleti absolutamente horrendo, sin ningún proyecto deportivo - más o menos como ahora, pero sin el Cholo y con jugadores de menos calidad - rodeado de auténticos pedazos de carne, porque futbolistas no se los podía llamar, sin ninguna aspiración deportiva seria, haciendo ridículos históricos, más cerca de convertirse en un espanyol de Madrid que un Atlético de Madrid grande, sacrificando años de pujanza y potencia por defender estos colores. ¿Que tenía un buen contrato? Pues sí. Pero el mismo que le podían dar en cualquier parte, si no menos. Que al Niño le faltaba un poco de gracia y carisma para transmitir su increíble compromiso fuera de la cancha es algo obvio. Pero de su compromiso hablan los hechos. Esos años había que verlos en el campo, aquello era un esperpento que hacía llorar a todos los dioses del fútbol y del deporte. Torres tiene todos mis respetos y ójala regresara al club. Prefiero a un buen Torres, gastando aquí sus últimos años competitivos, que a cualquier profesional más joven y muy comprometido con su cuenta corriente.