En algunas ocasiones leo las reseñas de partidos que
acabo de ver o repaso secuencias. En otras, prefiero no condicionar lo
que voy a escribir y lo hago a partir de mis sensaciones,
exclusivamente. Más riesgo de equivocarme, pero más autenticidad, o, al
menos, más “impresionismo”.
El Atlético-Real Madrid me ha dejado indeciso, alterado. Decía uno de
los comentaristas en directo que era un partido “raro”. No sé si es esa
la palabra, pero desde luego que no creo que haya dejado indiferente a
los que lo hayan presenciado.
El arbitraje de Delgado Ferreiro fue cualquier cosa menos bueno. En
su descargo hay que decir que ni los jugadores ni la gente de los
banquillos se lo pusieron fácil. Más que un partido de fútbol, la
primera media hora pareció ser una batalla, una pelea barriobajera por
momentos. Scorsese, de haberlo visto, podría haber diseñado una secuela
de 'Gangs de Nueva York'.
El fútbol de contacto me parece un gran espectáculo, tan válido como
cualquier otro estilo, siempre que se guarde el respeto al contrario y
al Reglamento. Malo cuando ello no se produce y hasta los propios
colegiados dejan de seguirlo. ¿Cómo puede, una vez más, salir de rositas
Diego Costa tras la entrada pavorosa que hace al portero madridista?
Juego brusco grave, que implica roja, y que se saldó sin una triste
amarilla para el hispano-brasileño. Ya luego se metieron en harina
Juanfran, Arbeloa, Pepe y Sergio Ramos y aquello desembocó en trifulca.
Delgado, a partir del indulto a Costa, se tragó dos penaltis inmensos
(de Ramos al citado y de Pepe a Godín, creo recordar, en saque de
córner). Aún remataría el despropósito cuando, avanzado el partido, tres
faltas seguidas de Arbeloa, en la misma internada de Diego Costa, las
zanjó con una amarilla… para el por lo demás formidable atacante
nacionalizado. Increíble. Aunque las formas de Mono Burgos no puedan
compartirse, hay que estar totalmente de acuerdo con su indignación.
El Real Madrid estuvo casi en la lona a partir, paradójicamente, de
ponerse por delante y creo que podemos decir que los árbitros le
mantuvieron en pie y evitaron que se fuera ya al descanso con una losa
encima. Al final, agotado el Atlético por un esfuerzo que mereció mejor
premio y que le fue impedido por esa alianza –consciente o no- de los
colegiados con los blancos, sobrevendría el empate final, que
seguramente habría acabado en victoria del líder si aquello se prolonga
algunos minutos más o si, una vez colocadas las tablas a dos, Delgado
Ferreiro no hubiera mal utilizado de nuevo el Reglamento para pasar a
ayudar sutilmente a los colchoneros.
¿Fue la intención de Delgado Ferreiro “jugar” el derbi y manipular el
Reglamento hasta que el partido rematara en tablas? No se crean que es
algo infrecuente, sino muy habitual. La mayoría de sus decisiones
parecieron ir encaminadas a que ningún equipo se escapara en el
marcador, perjudicando notablemente al Atlético, que fue quién lo
mereció durante al menos una hora. ¿O fue simplemente la humana
tendencia de ayudar siempre al que menos lo necesita, al poderoso? Él y
sus asistentes sabrán. Mienten quienes dicen que los errores y aciertos
arbitrales se compensan. Falso. Se compensan solamente entre pares.
Real Madrid y Barcelona acabarán la Liga igualados en ese aspecto.
Rayo, Betis, Osasuna, Almería… también. Lo cual sucede también entre los
de la clase media. Pero que blancos y azulgranas navegan con viento
arbitral –premeditado o no- en las velas, no lo puede negar nadie. Por
si faltara algo para hacer más aburrida esta Liga polar. “La estafa
española”. Para confirmarlo, recién iniciado el FC Barcelona-Almería, la
primera internada peligrosa de los andaluces es cortada con un agarrón
clarísimo dentro del área. ¿Penalti? ¿Están ustedes de broma? ¿Quizá
soñando? Como dicen que dijo DuGlesquin: “Ni quito ni pongo rey, pero
ayudo a mi señor”.