Hermanos – La catarsis
Camine junto a mis hermanos. Reí junto a mis hermanos. Canté junto a mis
hermanos. Me abracé junto a mis hermanos. Lloré junto a mis hermanos.
Ese día,
viví, nací, morí, y volví a nacer en la fe rojiblanca, como un ave fénix de ígneas
alas, como un ser moribundo que requiere una experiencia catártica que le haga
renacer para quitarse el dolor que en ese momento se le impregna de manera agónica.
Nadie sabe lo que es vivir un viaje para ir a ver al Atleti con otros
hermanos si no lo ha vivido. Hay muchas cosas en la vida que son realmente
gratificantes...
Follar, comer, beber, volver a follar, volver a beber, follar, dormir,
volver a follar, comer, dormir, seguramente volver a follar… pero hay pocas
cosas por no decir ninguna, (tal vez follar), que sea tan gratificante como un
viaje para seguir al Atleti con tus hermanos.
Algunos cogieron un autobús, muchos, a las 12 de la noche y llegaron a
Lisboa bien entrada la mañana. Tras pasar un día en la ciudad, ya para siempre
emblema del tercermundismo organizativo (y siempre he sido un gran enamorado de
Lisboa, pero hay Repúblicas Bananeras que lo hubieran hecho bastante mejor, no,
lo siguiente), acudieron al estadio, lo que tuvieron, tuvimos, la suerte de
haber conseguido una entrada, o no, los que no tenían entradas.
Vivieron el partido, vivieron el silencio, vivieron el dolor, y se metieron
otras 14 horas en el mejor de los casos, 18 horas en algunos, de autobús, de carretera, de silencio y de dolor.
Pero no desfallecieron. Si eso no se
merece un homenaje, no sé qué cosas merecen un homenaje. (Estoy de acuerdo que todos
los homenajes que se les pueden hacer a los jugadores, como el de ayer, son
pocos, pero por una vez alguien debería pensar si no es conveniente e
imprescindible homenajear a esos miles de aficionados anónimos que lo dieron
todo por la camiseta y encontraron silencio, encontraros dolor, encontraron
incomprensión, cansancio, silencio, más dolor y carretera interminable).
Muchos de ellos son mis hermanos. Muchos de ellos están en este foro. A día
de hoy puedo decir, sin temor a equivocarme, que ellos son el Atlético de
Madrid. Nosotros somos el Atlético de Madrid. No es una frase hecha. No es una
frase manida. Es la pvta realidad. Nadie puede entender lo que sentimos, ni
nadie puede entender lo que nosotros sólo entendemos. Quien nunca haya caminado
con un hermano en pos de un sueño, quien nunca haya caminado con un hermano en
pos de tocar el cielo, en las buenas, o en las malas, en el silencio, en el
dolor, no puede comprender lo que estoy diciendo.
Pero el que lo haya vivido, el que sepa de que le hablo, lo entiende, sin
que nadie se lo tenga que explicar. Y todos estarán de acuerdo conmigo que eso
no se cambia por nada.
Hemos sufrido, hemos llorado, -silencio, dolor-, pero todos sabemos lo que
somos, lo que representamos los unos para los otros, lo que esta camiseta
significa y todos sabemos que aun sabiendo el final de antemano, lo hubiéramos
hecho igual. Entiendo que estemos jodidos, entiendo que duela, entiendo el
silencio, mi silencio, el silencio de todos, el dolor de todos, pero lo que no
podría entender es que no nos levantemos y caminemos, y luchemos, y volvamos a
luchar, y ganemos, y volvamos a ganar, porque todos los que estuvimos allí
volveríamos a estar, aunque supiéramos como iba a acabar, porque no fuimos por
la promesa de una victoria, no fuimos para ganar a toda costa, fuimos por amor
a unos colores, por una promesa eterna de fidelidad, fuimos porque no podemos
ser otra cosa, fuimos porque somos así, porque aunque parezca sólo una canción,
somos la hinchada que tiene más cojones. Y no hablo de “cojones” en modo de
machito poligonero, hablo de COJONES, ya seas chico, ya seas chica, ya seas
hombre, ya seas mujer, ya seas niño, ya seas niña.
Fuimos a traernos una copa, pero no fuimos por eso, fuimos porque tiene que
ser así y así es, porque nuestro equipo jamás camina solo, aunque sepamos que
va a caer y porque un hermano siempre estará ahí para levantarte si caes.
Ganamos juntos, perdemos juntos. Nos duele juntos, pero siempre, nos
levantamos juntos y ni uno solo de nosotros va a quedar por el camino.
Vi a gente mayor, gente cerca del centenario, gente que estuvo en Bruselas.
También vi niños, menos, pero algunos vi. Pero los niños son la ilusión, son el
futuro, son el mañana. Ellos, en su inocencia, en su pequeño orgullo, ahora que
están dando el paso para abrazar la fe verdadera y definitiva, la que se graba
en el corazón, los que se preguntaban hasta hace una semana ¿Cómo no vamos a
ser del Atleti?, el sábado entendieron que no somos del Atlético por eso, por eso
son “ellos” los “otros”, nosotros lo somos por el sábado, y por el sábado
anterior también, pero lo somos siempre, de manera incondicional e innegociable.
Nosotros lo somos en el minuto 92, y en el 93, y en el 120. Antes de pitar el
comienzo y cuando se apagan los focos. Cuando quedas tendido en la grada o
cuando sales cantando por la bocana. Nosotros no negociamos con nuestros
sentimientos, ni nos escondemos en la derrota. Estamos siempre. Eso, los niños
y niñas, ahora ya lo saben. Es jodido aprenderlo así, pero es mejor aprenderlo
ahora.
Pero por los mayores lo sentí. Parece difícil, casi imposible, que puedas ver
a personas que lo han vivido todo destrozadas así. Silencio. Dolor.
No debería
existir ese sufrimiento para ellos, por los que antes del partido imploré que
teníamos que ganar, y después del partido, viéndoles sufrir, sé que tenía razón.
Se lo merecían. Lo sé.
Pero una de ésas señoras me dijo: “no sufras, no merece la
pena, ya sufro yo, que soy mayor. Somos del Aleti, en las buenas y en las malas, peor sería
que ahora estuvieras cantando”, y me guiñó un ojo de ternura, de complicidad. A
ella le dedico estas líneas, a ella y a todos los que nos enseñaron a caminar
siempre con la cabeza alta, a los que nos enseñaron a amar a este equipo y
vivir según unos valores. A todos por los que quería sobre todo ganar. A todos
los que se merecían verlo. A ellos, casi porque son por los que más he sufrido y por los que más me ha
jodido. A los que después de una vida en rojiblanco, y tras lo del sábado, jamás
renunciarían a ser lo que son, a vivir en rojiblanco. A los que no cambiarían ni
un día de su vida siguiendo al Atlético de Madrid por nada, y después de que el destino les robó lo que más deseaban, seguían y seguirán diciendo con la cabeza bien alta: "Soy un socio del Atleti" y daran las gracias por ello.
Vosotros lo merecíais, os lo
debemos, aunque para vosotros el partido acabó en el minuto 92, porque tiene que ser
así, porque no puede ser de otra manera, porque esa copa, la tenga quien la tenga, es vuestra.
Siempre!!!
Tercera parte (y última) de la Trilogía de Lisboa – Ganar, ganar, ganar y
volver a ganar.