Ayer me senté delante del televisor con la peque. Mañana cumple diez años y se me ocurrió intentarlo con el capítulo piloto de 'El Ministerio del Tiempo'. La cosa empezó a regañadientes, como suele pasar con todo lo que no sean dibujos animados o concursos de cocina.
Yo jugaba con ventaja, recordaba bien la trama del primer capítulo (el reclutamiento de los tres protagonistas, ese momentazo con el acueducto de Segovia, y su primera misión ambientada en la guerra de la Independencia), de modo que hice caso a Mckee, me desentendí de la pantalla y puse el foco en el rostro de mi hija.
Tal y como anticipa el maestro, cuando una historia está bien contada "...las máscaras caen como por arte de magia, los rostros se tornan vulnerables y receptivos. Los espectadores no ocultan sus sentimientos con coraza alguna [...] dejándose llevar por la risa, las lágrimas, el terror, la ira, la compasión, la pasión, el amor, el odio..."
Ella es muy orgullosa, así que jamás me reconocerá que le ha gustado. Pero esta mañana, charlando por Zoom con una amiga del cole, ha empezado a hablarle de "...un tipo muy malo que disparaba a dos policías y a su propio amigo..."
Hace un rato he puesto el siguiente capítulo, el de Lope de Vega y la Armada Invencible. Ella estaba tumbada en el suelo viendo sus dibujos animados favoritos en un portátil, pero según se sucedían en pantalla las escenas ambientadas en Lisboa, ahí que ha clavado la mirada en el televisor y no la ha despegado.
A mí lo que realmente me gustaba era la Historia. Como acabé haciendo una Ingeniería siempre me quedó esa espinita clavada. Disfruto por igual de lo áspero y académico (Pirenne, Huizinga, Canal), como de los grandes narradores (Galdós, Gibbon, Schama). Y sí, también me gustaba esa combinación entretenimiento (aventuras, thriller, humor, romance), divulgación histórica y pinceladas de denuncia social que es 'El Ministerio del Tiempo'. Porque siempre he pensado que hacer cantera es lo verdaderamente difícil, cuesta dar con un contenido que logre entretener y enseñar a nuestros pequeños dictadores.
Aquí sigo, entusiasmado con el resultado del experimento. Mi eterna gratitud a sus creadores y a todo el equipo.
'El primer día, Luis se presentó en el vestuario con una cartera en la mano. Nos sorprendió que nos hablara a todos de usted, a gente que como Adelardo había estado con él de jugador durante 13 temporadas, Gárate, nueve, yo ocho. Enseguida lo entendimos: "Hasta ahora he sido vuestro compañero, ahora soy vuestro jefe".'