Tras dos días sin saber que decir ni que hacer en lo que he estado recuperando mi cuerpo y mi mente, decido a reflexionar de lo que pasó el sábado por la noche.
Personalmente me considero una persona que sabe encajar muy bien los golpes, porque considero que es prácticamente mi día a día: encajar y volver a levantarse una y otra vez. Pero el golpe del sábado ha sido demasiado duro, demasiado injusto… además de ser, no un golpe que te noquea en el mismo momento (como el de Lisboa), sino un golpe que como un veneno te va haciendo efecto según pasan las horas, según pasan los días.
Realmente más que por mi estoy apenado por mucha gente, por todos los que fuimos allí en avión, aviones, coches, buses o furgonetas, por lo que se quedaron aquí a vivirlo entre hermanos, pero sobre todo por la gente mayor. Es un dolor que no se merece la familia tan grande a la que pertenecemos, pero especialmente nuestros mayores, que lloraban en silencio mirando al horizonte pensando que ha podido ser la última vez. El destino se ha cebado de nuevo con gente que no se lo merece.
No tengo ningún reproche a mis compañeros de grada, a los que considero mis hermanos, ni por supuesto a mi equipo que ha vuelto a dejarse la vida como nos tiene acostumbrados estos años… Pero sí los tengo ya al destino, al azar o al ente que maneje las cuerdas de todo esto, porque esta vez se han pasado de la raya haciendo que cada oportunidad parezca un experimento de tortura hacia nosotros. No bastaba con una derrota contundente, sino que nos iban a deparar un destino cruel a cara o cruz, tras dos veces de robárnoslo cuando ya era nuestro.
Nuestro rival es un equipo que no entiende de karma, ni de suerte, ni de estadísticas, ni de justicia ni de poesía. La ley de Murphy dice que si pueden ganar lo van a hacer independientemente de cómo se haga o de cómo se haya llegado. Da igual tu trayectoria, tu estado, tu momento o tu convicción. También da igual que algunos de ellos no sean modestos, que te proclamen sin tapujos su victoria semanas antes, y que arrogantemente te demuestren que no tienen dudas de ellos. El karma no va con ellos, nunca reciben castigo. Si hay una moneda siempre les va a caer a su favor.
No quiero criticarles, porque esto siempre ha sido así y de hecho les invito a que los disfruten, pero yo ya he perdido la paciencia. Parece ser que esto está hecho para que equipos así coleccionen trofeos uno detrás de otro sin otra satisfacción o sentimiento que coleccionarlos, como si un diógenes futbolístico se tratase. Da igual el que y como, lo importante es hacerse con todos. Durante muchas horas he llegado a pensar que no me compensa vivir una pasión así para que siempre al final ganen los de siempre de la manera de siempre y todo se traduzca en disgustos. Paso muy buenos momentos con mi equipo y mi gente, pero me vengo abajo solo de intentar pensar motivos por los que estos jugadores, esta familia y este entrenador no hayan obtenido lo que merecen den todo este tiempo. Tirar la toalla ha pasado por mi mente muchas veces en solo dos días.
Ya más en frío no me veo capaz de hacerlo, aunque quisiera. Quizá esta vez tarde más en levantarme, pero lo haré en algún momento. ¿Cómo criticar a nuestro entrenador por sentirse igual que todos nosotros?. No puedo hacerlo, porque le entiendo a la perfección. Estoy convencido que se levantará también dispuesto a volver a luchar, pero quizá ha llegado la hora de que seamos nosotros y sobre todo los inquilinos del palco quienes le ayudemos a levantarse como el nos ha levantado tantas y tantas veces. Sigo creyendo que él y está generación irrepetible aún está a tiempo de ganar una Copa de Europa y si él continúa solo hay que mantener la fe y seguir trabajando.
Solo espero que siga, ya que es el clavo ardiendo al que muchos nos agarramos en estos momentos tan duros. Si todos nos volvemos a levantar, volveremos a luchar por otra oportunidad. Lo que espero también es que el equipo que no atiene a reglas ni razones no esté en nuestro camino porque no me veo capaz de volver a vivir algo así…