Efectivamente,
durante tres años ejercí como árbitro (dos en fútbol-sala y uno en fútbol). En
líneas generales me lo pasé muy bien; ya que pitaba sobre todo críos y, la
verdad, son muy agradecidos. Tampoco tuve especial problema con los padres,
pero, por lo que veo ahora, hay una mayor agresividad. Peor me fue en categoría
sénior, con mucha protesta y mucho cuento que intentaba atajar de raíz. Y
cuando no quedaba otra, les decía la verdad: que no podíamos estar en una
categoría más baja porque no la había.
Por
otro lado, creo que los chavales debieran jugar sin público (y mucho menos
familiares). Los padres debiéramos concienciarnos que somos meros taxistas de
nuestros hijos. No aportamos absolutamente nada en una cancha. Una película que
debiera ser de obligado visionado para los padres es la francesa “Mi hijo y yo”.
Y luego comentarla con los chicos.
Saludos
cordiales.
Algún día volverán las barbacoas en nombre de Dios; rezad lo que sepáis, porque yo seré el Inquisidor.