Y ahora vamos con los jugadores.
Esta es la España de Isco, no paraban de decirlo, y la del capitán Ramos. Y así nos ha ido. Un equipo donde el que más balón toca es el judoka-influencer de moda, que además es el elegido para tirar las faltas. Y el juego, diseñado para el lucimiento del posturitas insufrible, un tipo que no sabe ni correr (va amagando incluso sin balón). El juego consistía en Isco conduciendo con gestos de fútbol sala, se la deja a un compañero a tres metros, que la toca de vuelta para Isco, que conduce, toca y vuelve a recibir. Así durante mil minutos. El tipo se dedicaba a flotar por todo el campo, estorbando a los compañeros, jamás haciendo nada sin balón, que para eso están otros.
La alineación parece ser que la hacía el orejas preguntando al personal cuantas copas de europa tenían, de ahí que por cojones jugase todo merengoide. Ese juego penoso y aburrido hasta morir debe encantar al seleccionador. Eso o que debía estar despiojando a otro primate en la banda en vez de mirar al campo. Los cambios, todos para mantener el sistema, y mandarle el mensajito a Costa: no encajas (por más que el único peligro real apareciera al tocar dos bolas Diego).
Ha ganado un equipo que no tenía nada, salvo ambición. Ya es más que esta carcasa vacía y sin alma, que se agarra a una piedra llamada estilo al tiempo que se hunde hacia lo más profundo.Un minuto de Uruguay tiene más fútbol que todo lo que ha enseñado este trampantojo madridista.