La encerrona de la primera media hora, ha sido de película de gangsters, con el árbitro en plan policía corrupto diciendole a los mafiosos que él no va a ver nada durante 30 minutos, después ya ha tenido que empezar a cubrir su propio culo, para no quedar demasiado en evidencia. Que el Red Bull tampoco es un trampas ni una Juve. Ese primer rato ha sido mera supervivencia por parte de los nuestros, y no hemos sabido ni podido contrarrestar la energía rival ni el doble rasero -escenificado en las dos primeras tarjetas-. La de Simeone para que no nos quejemos, la de Hermoso para que no igualemos en intensidad -en ese minuto, tras todo lo visto, podía haber salido de la primera parte sin tarjetas a los del campo... pero no, ha preferido enseñar la patita-.
No comparto que el partido haya sido de tanto sufrimiento como se dice: el empate nos valía, y ya con el 1-0 estaba decantadísimo. Sufrir habrán sufrido las piernas de Joao, al que han ido a cazar. De ahí la justicia de nuestro primer gol: salido de una falta innecesaria que solo buscaba intimidar. Carrasco, que estaba espesillo, posiblemente todavía tocado, y aún así se va con gol y asistencia. Es fundamental, y debe seguir sacando el balón parado. Correa, que posiblemente nos hubiera dado más que Suarez de salir de inicio se encargó de cerrar las últimas esperanzas de los no-austriacos (leo muchos elogios a este equipo por valiente: yo lo desprecio no solo por las patadas, sino por ser puro fútbol moderno, modelo franquicia pagada por multinacional).