El árbitro de campo ve la falta, no le saca amarilla. Premeditado, y ladrón, porque sabe que era expulsión por doble tarjeta, de otro modo le hubiera sacado amarilla y santas pascuas. El VAR aplican bien la norma, porque encaja exactamente con los supuestos de roja (tal como el otro día la del Oporto, que nos tangaron). Tuvimos la suerte de lo desmedido de la entrada, si es menos escandalosa se hubieran escudado en que ya la ha visto el de campo. El criterio para las amarillas por simular también quedo claro con la doble acción del "lesionado" en el corner y Cunha -vaya teatro más lamentable, por cierto, pero es bueno que alguien intente un poco del otro fútbol, porque todos los equipos nos la juegan en eso-. Arbitraje malo sin consecuencias en el resultado, aunque, como siempre remando en el tema tarjetas, la guerra de desgaste y de imagen. Tras el equipo violento, que no juega nada, que solo marca a balón parado, llega un nuevo mito degradante: los protestones. Por cierto, vista la imagen de Gilmanzano provocando a Joao en la jugada que se internaba en el área, más claro me queda que iba buscando su reacción. Es una víbora, puro veneno.