Correa no se la lleva a trompicones sino por canchero. Porque, llegando más tarde que el defensa en los dos primeros duelos, sabe poner el pie en ambos casos para que el balón se le quede a él. No para que le rebote y salga despedido sino para que se le quede a él. Como desde niño habrá sido siempre el pequeño del grupo, supongo que esa destreza la adquirió ya hace dieciocho o veinte años. Y el gol de esta noche seguro que le recuerda a alguno que metiese en el barrio de Las Flores cuando dice que era "muy chiquito, muy flaquito" y que "tenía el estómago tan cerrado, tan acostumbrado durante años a recibir muy poco alimento, que comía muy, muy poquito." Esquirlas de ese fútbol hay en esta jugada.