La matroska.
Dirán las generaciones más venideras que se trata de una
recopilación de codecs, que te permite visionar todos los formatos de
compresión de audio y video del imperio e-mule. Y por estos derroteros, acabará
imponiendose esta descripción a la de la antigua usanza, como se impuso la
“chica de ayer” de Enriquito (el Iglesias) a Nacha Pop o el “nothing else
matter” de la Silvas a los Metallica.
Pues no. La matroska de viejo cuño, era un juguete ruso que
consistía en una serie de muñecas integradas en sí mismas. La mayor albergaba
otra más pequeña, y esta a su vez una siguiente en sucesivas capas, hasta la
matriz. Una diminuta señorita, germen de todo aquél tinglao- No recuerdo como
amis manos de crío llegó una, y me fascinaba encontrar la última de las
muñecas, a base de ir quitando capas a esa especie de cebolla decorada.
A día de hoy, o hasta hace relativamente poco, he dado con
la semilla de esta “matroska”, tan querida como particular, llamada Atleti.
Club Atlético de Madrid, pa más señas y menos SADs. Me ha costao un huevo, y
mitad de cuarto de la clara del otro. Por no tenerlo claro. Por atender a los
que no me lo ponían claro. Los que se perdían en la muñeca más grande,
llamemosla “entrenador”. En la siguiente, denominada por ejemplo “jugadores”.
En la de más allá, que decían “director deportivo”. Incluso en la de caliente-caliente,
que los tribunales rezaban como “cooperador necesario y tal”. Sí, ya he hallado
la diminuta y a la vez gigante muñeca final. Se esconde, hasta el punto tal de
pirarse con su buga de rondo nocturno mientras los demás niños intentan
disfurtar su día de reyes.
Te llamas Miguel Angel, y te apellidas Gil.
Matroska perversa, manos-rotas y huidiza.