En
tiempos de crisis, los equipos buscan faros. En el Valladolid de esta
temporada, que esta noche (20.00, Canal+ Liga y GolTV) recibe al
Barcelona, la luz la pone Diego Costa (São Paulo, Brasil, 1988), un
delantero extraño que hasta los 16 años no se puso la camiseta de
ningún equipo y limitaba su fútbol a las calles de Lagarto, el pueblo
de Brasil en el que se crió antes de que su familia se marchara a la
ciudad paulista. Entonces comenzó a jugar en un equipo local, en un
Barcelona, el de Ibiuna, y un ojeador le echó el guante y con sólo 18
años se lo trajo a España, al Atlético. No pasó por ningún equipo
infantil o alevín, sino que llegó directamente a la cancha de los
profesionales y sin el bagaje que da vivir el fútbol de club desde la
infancia. "Jugaba en la calle, en mi pueblo, con la gente más grande, y
hasta que fui a São Paulo no empecé a jugar en un equipo como
profesional. Nunca estuve en el fútbol de base y esa formación es
importante, por eso yo he hecho mal algunas cosas", cuenta Diego Costa.
Los
inicios fueron duros, porque su enorme clase se adivinaba, pero su
carácter le perdía. Cesiones al Celta, al Albacete y ahora al
Valladolid. En Vigo mezcló tardes espléndidas -un gol al Numancia
recorriendo todo el campo con el cuero cosido a la bota después de
sortear a medio equipo rival a base de gambeteos- con otras
desastrosas llenas de broncas con los defensas, agresiones y
expulsiones sin sentido. Pero Valladolid le ha cambiado. "Aquí hay
gente con experiencia, he dejado muchos amigos en los otros equipos,
pero había muchos conflictos y como soy un poco nervioso no sabía
controlar esas cosas. La gente tiene que aprender, yo acababa de llegar
a España y no tenía la cabeza tan bien como ahora", justifica el
brasileño, que no puede evitar personalizar en Alberto Marcos el apoyo
del vestuario: "El capitán que tenemos es un fenómeno, ayuda mucho a
los jóvenes".
Mendilibar le envió al banquillo al principio, pero
su primera titularidad le convirtió en irremplazable. Suma seis goles
(cinco en casa) y cuatro asistencias en 16 encuentros (15 como
titular). "Las cosas me están saliendo bien. Y la presión es un
estímulo más, me incentiva, me hace ir al campo más inspirado, con más
ganas, me gusta que la gente confíe en mí", cuenta. Y eso que no es un
delantero al uso de esos que llevan la portería pintada en la frente.
Sus intentos de pase de gol desde posiciones en las que podría
atragantarse de balón le han provocado algún silbido y más de un
reproche. "Me da tanta alegría marcar como dar un pase de gol. Mucha
gente me dice que intente hacerlo todo yo solo pero si veo a un
compañero en mejor posición prefiero dar un pase. Los delanteros
vivimos del gol pero si doy un buen pase me voy igual de contento a
casa", afirma el delantero.
El Atlético aseguró en noviembre que
ejercerá el próximo verano la opción de recompra por un millón de euros
que tiene sobre el futbolista, pero a Costa le ha costado tanto
acercarse a la madurez que no quiere quedarse en el Atlético de
cualquier manera. "Quiero hacer una buena temporada para decidir mi
futuro, porque si las cosas me salen bien y en el Atlético no tengo
posibilidad de jugar el año que viene no voy a querer quedarme solo
porque sea un equipo grande. Si voy es para pelear y jugar", se
revuelve el delantero. Hoy le espera un Barça con dudas en el pivote
por las ausencias de Touré y Busquets, pero que recupera a Keita. El
Valladolid se aferra a su futbolista tardío.