No sé lo que pusieron en televisión, ni cuanto duró, pero por lo que estoy viendo en los vídeos, lo que transmiten se queda muy corto con lo que ayer se vivió en el campo tras meter el segundo gol la conejera. Estuve en Sevilla cuando la final con el Valencia y no es comparable a lo de ayer. Lo de Sevilla fue un momento amargo en el que se quiso agradecer a un entrenador y a unos jugadores lo vivido en temporadas anteriores y una trayectoria. Lo de ayer fue una exaltación total de lo que es el Aleti y lo que somos sus seguidores, durante todo el día y toda la noche.
Jamás he visto tomar una ciudad como la tomamos ayer. Jamás he visto a una afición demostrar lo que es el amor por unos colores como ayer. La riada de horas que invadió Barcelona camino al estadio sólo es comparable al día del Centenario, pero además ayer era una afición orgullosa y feliz.
Lo de después del partido duró más de media hora larga. Ni nos dimos cuenta de cuando entregaron la copa a los conejos. Tras el segundo gol cundió el desaliento total, todo se había terminado y la gente se vino abajo. Muchos se sentaron, y lloraron, pero ayer no era el día para llorar. Lloramos en Hamburgo. Lloramos siendo campeones. Lloramos por los nuestros, por los que estaban allí, por los que no estaban, por los que estuvieron y ahora están en el tercer anfiteatro. Lloramos por Heysel y por Lyon. lloramos por Gárate y por Luis. Lloramos por los que nos enseñaron lo que es esto y ya no están con nosotros. Lloramos por nuestros niños y las generaciones venideras. Lloramos por el Aleti Campeón.
Pero ayer no era momento de llorar. Yo mismo, y vi a otra gente hacerlo en mi zona e imagino que fue generalizado en todo el campo, levantamos a los que estaban caidos, les "obligamos" (en el buen sentido y desde el ánimo y el orgullo) a levantarse del suelo, les dijimos que secaran las lágrimas, que levantaran la cabeza, porque nosotros siempre llevamos la cabeza alta y cuando perdemos no lloramos, y cantamos, cantamos con todo nuestro corazón, con nuestra alma. Cantamos el himno, cantamos por nuestro Aleti, cantamos por nosotros y por todos aquellos por lo que apenas hace una semana habíamos llorado. Y levantamos nuestras bufandas y nuestra banderas rojiblancas, y cantamos cada vez más fuerte, porque ése era el momento de cantar, y entonces si empezaron a ponerse los ojos húmedos, y a apretarse un nudo en el estómago y en el corazón, pero no lloramos, ya nadie lloraba, todo el mundo tenía una extraña mueca de felicidad en la cara, pero no era felicidad, era orgullo, y nos mirábamos los unos a los otros y tirábamos los unos de los otros, y cantábamos, y cantábamos cada vez más fuerte y empezamos a sentirnos bien, extrañamente bien, todos juntos, a una, como un solo ser. Y cantamos, y cantamos más y los jugadores nos miraban atónitos sin poderse creer lo que veían. Y sé que estaban orgullosos y agradecidos. Y sé que empezaron a estar menos tristes por la derrota. Y sé que empezaron a estar más tristes por no habernos podido dar la copa, por no haber podido ganar para una gente tan maravillosa como nosotros. Y sé que estaban agradecidos, infinitamente agradecidos. Y sé que estaban tristes, infinitamente tristes, porque sabían que tenían que haber luchado aún más. Y lucharon mucho. Y no sabían que hacer. Y no sabían si celebrar o no, porque habían perdido, porque jamás un futbolista había pasado por algo igual nunca y no sabían que se hacía en un caso así. Y nosotros cantábamos, cantábamos cada vez más. Y cantábamos por nosotros, por vosotros, por los que están, por los que ya no están. Y cantábamos más y ya nadie lloraba pero todos teníamos un nudo en la garganta. Y nos mirábamos y sabíamos que éramos diferentes, que somos diferentes. Y veíamos celebrar a los otros y nos daba igual, y sé, y sabíamos, que ninguno de nosotros se cambiaría por ellos ni por un instante. Y sabíamos que si alguien el día antes nos hubiera dicho que el partido iba a terminar así, con derrota, en cualquier caso hubiéramos estado allí de igual forma. Y aún sabiendo que en el minuto 5 ibamos a ir perdiendo y en el 90 nos iban a rematar, hubiéramos ido igual, y hubiéramos cantado igual, y hubiéramos llorado igual.
Y eso es lo más grande que he visto jamás en un estadio, en una ciudad. No éramos un grupo de gente animando a su equipo, éramos el espíritu de un equipo, su alma, por encima de directivas, jugadores. La historia, el escudo y la camiseta eran nuestras por siempre jamás. Y eso fue lo que vivimos ayer. Estábamos jodidos por la derrota, por no traeros la copa a los que no pudisteis estar allí, pero estabamos orgullosos, más orgullosos que nunca de haber estado allí, por nosotros, por vosotros, por los que están, por los que no están, por los que no estarán, porque hemos vencido para siempre, porque el título que ayer ganamos no se puede ganar, ningún equipo lo puede ganar, ese título es nuestro, sólo nuestro, por siempre.
Gracias, por ser del Aleti, por ser yo, por ser vosotros, por ser el Aleti. Gracias hermanos.