Asombrado estoy de que haya alguien que tras ver el partido de ayer reclame a ese futbolista para su equipo. Jugando su propio partido, un partido lentísimo e intrascendente, situado en esa comodísima zona que queda entre los dos delanteros (para no tener que chocar con los centrales) y los mediocampistas (para no asumir responsabilidades defensivas), ausente de toda participación grupal (había ocasiones en que los delanteros, al presionar, bajaban más que él, que se quedaba en su zona como un pasmarote, algo que yo no veía desde los tiempos del peor Ronaldinho del Milán). Desde su zona, no ya desocupada sino peor aún: ocupada sin estarlo en realidad, partieron todos los desequilibrios que asolaron a su equipo durante todo el partido. Contra un rival de un nivel medio, hoy en día, no puedes conceder ninguna zona que no sea arriba del todo desde la que te puedan crear un dos contra uno en cada jugada, desde ahí mueres.
Dicho esto, eso ha de ser responsabilidad del entrenador pelele que le han buscado, claro. Aquí Diego demostró que es un futbolista que, aún no estando dotado para ello, era capaz de sumarse a movimientos de grupo y de participar con intensidad en el trabajo defensivo. Luego lo pagaba arriba, claro, donde apenas sumaba, pero no dejaba vendido al equipo. El de ayer no tiene nada que ver con ese futbolista, el de ayer es un cáncer.