Si el fin de semana pasado firmaba el empate, ayer, no. Lo cual no fue obstáculo para que, al sentarme ante el televisor, tras ver empatar a los culés, todo me pareciese dado para que nosotros pinchásemos.
Mientras el Sevilla jugó como un equipo pequeño, no hubo problema, pero en cuanto quiso crecer un poco, nos vinimos abajo. Defendimos como sólo este equipo sabe hacerlo, pero todo lo demás mal. Nuestro centro del campo desapareció, y el equipo dio la misma sensación que contra Málaga y en la eliminatoria contra el Valencia. Y por muy bien que defiendas, tener al rival tan cerca de tu área tanto tiempo, encierra muchos riesgos, pues cualquier detalle, como dice Simeone, puede dar al traste con tanto sacrificio y orden.
Creo que ayer, como varias otras veces, Simeone contribuyó con sus decisiones sobre los cambios. Koke, muerto, y en un sitio al que no parece adaptarse, pese a haber sido el suyo hasta que llegó al primer equipo; Arda, igualmente -sólo resucitó, aunque con poco acierto, tras el 1-1. Y eso nos costó el partido. No paré de pedir para mí refresco en el centro del campo desde el comienzo del segundo tiempo. En vano. Y encima, fuera Villa, que estaba bastante más entonado que días pasados y podía aportar su savoir faire cuando tocaba la heroica. me abstengo de calificar la sustitución de Koke a falta de unos minutillos por el tal Sosa.
Mi duda es si el evidente valle en que hemos entrado es de ladera suave y poco profundo o de fuertes y largas pendientes. Yo soy de los que piensa que hay que soltar amarras en alguna competición -y creo que debe ser la Copa, teniendo en cuenta fechas y cuadro de cruces. De lo contrario, puede que se nos haga todo demasiado duro. Queremos abarcar demasiado para lo que podemos apretar.
Del árbitro, lo que ha dicho Vafe. Se los presiona muy, muy poco en el Calderón.