Simeone es un tipo muy listo. Creo que a estas alturas de película
sólo los intoxicados por la estupidez y la envidia pueden dudar de ello.
Cuando el argentino escarbó entre los cimientos del club para recuperar
esa esencia que el propio club hacía décadas que había perdido, lo hizo
incorporando al subconsciente colectivo una idea que ha trascendido la
mera anécdota. Partido a partido. Lo que para mucho profesional de la
venta de show-business a granel no pasa de ser un eslogan, para los colchoneros, al menos para los que logran abstraerse del tufo a pachuli de
las candilejas oficiales, se ha convertido en una forma de vida.
Simeone sabe el tipo de equipo que entrena. Uno que debe jugar siempre
al límite para sobrevivir. Uno en el que, como decía Goethe, necesita
que todo el mundo barra su trozo de calle para que la ciudad esté
limpia. Pero los cantos de sirena están ahí, flotando en el ambiente y
nosotros, los aficionados, somos “inocentes” portadores de esa terrible
enfermedad.
Si aguantar la presión deportiva del día a día en un equipo como el
Atleti (sin medios públicos que, con medios públicos, vendan
obscenamente nuestra marca, ni medios privados que, con medios públicos y
privados, barnicen nuestros patinazos) es ya complicado, lo es más
tener que convivir con la presión mentirosa (y peligrosa) de lo que
todavía no ha ocurrido. Tener que sufrir y condicionar el hoy por cosas
que se disputarán dentro de meses con condicionantes que ni siquiera
conocemos todavía. Simeone ha luchado y lucha por evitar ese halo de
perfume galáctico que tan mal nos sienta pero desgraciadamente, como
abejas que saltan de flor en flor, muchos aficionados lo llevan pegado
en las alas cada vez que se posan en el Estadio. Hoy contra el Athlétic de Bilbao
se ha sufrido por muchas razones propias del propio juego pero también
por la sobrepresión que provocaba el ambiente. Un ambiente frío y raro
como nunca. Eran demasiado evidentes esos focos intensos que apuntaban
sobre unos jugadores que no necesitan que les recuerden dónde y para qué
juegan. Lo han demostrado ya con creces. Es como ese señor que, sin
haberlo invitado, se pone a mirarnos fijamente, haciendo señas, cuando
estamos tratando de aparcar. Él cree estar ayudándonos. No lo hace. Sé
que no hay nada que hacer con los que deciden (y muchas veces fabrican)
las noticias y controlan los tiempos pero somos otros los que entramos
al estadio. Recuérdenlo. Apaguen los focos. Por favor.
El Atleti ha sacado hoy 3 puntos muy difíciles frente a un gran Athlétic de Bilbao
que, probablemente, ha merecido mejor suerte. El partido era a
priori complicado por muchas razones, conocidas por todos, pero quizá
por ello olvidamos el hecho de que pocos días antes, los mismos
jugadores, habían estado librando una batalla a muerte en Lisboa. Con
toda esa mezcla en la cabeza y en las piernas, el equipo del Simeone
salió al campo a jugar y dominar el partido (como siempre) pero enfrente
se encontró con un equipo muy bien entrenado y con una plantilla más
que interesante. El Atleti, falto de chispa y de tensión, trataba de
triangular el balón pero era incapaz de meterle mano a la maraña
bilbaína. El juego acababa siempre en el ala izquierda perdido entre un
bosque de piernas. No entiendo ese empecinamiento por usar una sola
banda cuando en el otro lado tienes a Juanfran y a Griezmann pero no es
la primera vez que pasa. Llegó algún centro lateral y un gol anulado a
Vietto pero Irazoz vivió generalmente muy tranquilo.
Los de Valverde taparon el empuje inicial y esperaron su momento
que llegó mediante pases largos y el gran estado de forma del mejor
delantero español ahora mismo en la liga: Aduriz. El vasco pincho un
balón que venía desde las nubes y con un sutil toque hizo que Oblak
tuviese que hacer la primera parada milagrosa de la noche. Inútil,
porque el subsiguiente córner acabó en gol cuando Laporte enganchó en el
segundo palo un buen saque cerrado. Los madrileños acusaron todavía más
el calor de los focos a partir de entonces y volvieron a tropezarse con
la solidez del rival. Los vascos estaban bien y se sentían fuertes pero
pararon el partido en exceso. Las entendibles pérdidas de tiempo se
prolongaban más de la cuenta y las lesiones disimuladas resultaron
excesivamente exageradas. No les hacía falta. Eran perfectamente
solventes como para mantener el partido donde querían con argumentos
puramente deportivos. Esa actitud encendió sin embargo el corazón del
rival y los madrileños acabaron acosando el área bilbaiana en los
últimos minutos de la primera parte hasta que Saúl, también de corner,
consiguió empatar el partido rematando en el primer palo y ya en el
descuento.
El empate parecía que podría suponer un revulsivo para los de
Simeone pero ocurrió lo contrario. El Athlétic salió mucho mejor al
campo en el segundo tiempo y se hizo dueño del partido. Con rigor
táctico, actitud y juego vertical, pasó por encima del rival en varias
fases. El punto de inflexión llegó mediante un mano a mano de Aduriz que
el gran portero esloveno volvió a sacar milagrosamente. A partir de
ahí, el Atleti siguió sin encontrar su juego pero trató de tirar de
corazón y de valentía, poniendo en el campo a Torres (inédito otra vez) y
Correa (voluntarioso, pero inédito otra vez). La fe y el empuje
obtuvieron finalmente sus frutos cuando Griezmann encontró una pelota
suelta en la frontal del área que empaló con la zurda para meterla en la
portería. La celebración de ese tanto, con todos los titulares, todos
los reservas y todo el cuerpo técnico subidos al abrazo del francés con
su entrenador, demuestra mejor que un millón de palabras lo que es este
equipo. Simplemente añadir una cosa: con Griezmann en el campo (y de tu
lado) todo es mucho más fácil.
El Atleti sigue ahí. Mientras los medios de comunicación, públicos y
privados, gastaban su tiempo de “información” buscando conectar el
pinchazo del Barça con la posibilidad de que el Real Madrid (su Real
Madrid) se pusiese a 2 puntos del líder, el Real Madrid (su Real Madrid)
acabó la jornada a 5 puntos del colíder, el Atlético de Madrid.
Olvidaron, como siempre, que había otro equipo jugando. Enseñanzas del
fútbol que lamentablemente no tendrán ningún resultado. Seguirán
coloreando la fantasía mientras disparan al pianista y lo seguirán
haciendo hasta que se muera la gallina de los huevos de oro. La necedad
es así de tozuda.
Ennio Sotanaz
Fernando Torres. En su despedida.“Cuando lleguen los malos momentos, cuando desde fuera quieran dividirnos y decir que las cosas van mal, en esos momentos que seguro que llegarán, me gustaría que recordarais el orgullo que sentís ahora. Todos somos uno. Eso es ser del Atleti”.