Todo está muy bien y si se escribe como algunos foreros, que tienen indudable habilidad por el lenguaje escrito bello y armonioso, hasta se siente la tentación de comprarlo, pero no, ni de coña, si viene ese payaso yo me borro, al menos mientras juegue en el Atlético de Madrid.
Lo divertido del fútbol, lo diferente respecto de cualquier otro deporte, era ese sentimiento de comunión, esa actualización del tribalismo propio de la condición humana, pero en tiempos modernos. Pertenecer a un grupo con el que se cree compartir unos valores mínimos, o, al menos, con el que se cree compartir un consenso en qué valores no nos gustaría representar.
El tipejo este, además de estar bastante acabado, es un egomaníaco, un personaje turbio e inquietante, una especie de Narciso chungo, un candidato a morir ahogado en su propia piscina o a repetir lo de Gloria Swanson en El Crepúsculo de los Dioses, en la peor línea homo erótica de la peor película de gladiadores. Un tipo capaz de quitarse la camiseta después de marcar un penalty en la prórroga de Lisboa, que no era más que un 4-1 de puntilla y sentencia, como si acabara de marcar el gol decisivo (motivando al Cholo a invadir el campo y casi ponerse a repartir ostias, qué tiempos).
Ganar, y no se qué, y demás. Pues vale. Primero que la venida de este tipo no garantiza ganar nada, porque está más bien acabado, y, segundo, celebrar algo con este individuo de por medio a mí no me apetece nada. Llamadme mediocre, sí. Pero prefiero la barbacoa en el jardín con cuatro colegas al banquete de cinco estrellas con este anormal, que está claramente mal de la p ... cabeza. Los futbolistas no rigen muy bien, en general, pero este tío se lleva la palma.
Si viene, allá lo disfrute quien quiera. Otros nos regalaremos un año de desintoxicación futbolística, total, esto cada vez tiene menos gracia.