Diego Costa se presentó en la pretemporada del
Atlético gordo como un tonel. "Vino con siete kilos de sobrepeso, tapaba
el sol, ¡parecía una pelota de nivea de esas con las que se juega en la
playa!", recuerda un integrante del cuerpo técnico. Fichado en 2007
tras marcar un gol con el Braga, el delantero (Lagarto, Brasil; 1988) ya
se había acostumbrado a ser moneda de cambio en una plantilla con dos
titulares indiscutibles en la delantera, Forlán y Agüero. A punto de
cumplir los 22 años, Costa se había pasado los cuatro últimos cedido en
el Celta (cinco goles en 30 partidos), en el Albacete (10 en 35), ambas
veces en Segunda División, y en el Valladolid (nueve en 36), ya en
Primera. "Venía de dar tumbos por varios equipos, cedido de un lado a
otro, y delante del plato no se cortó porque se pensaba que la historia
volvería a repetirse", confirman en el vestuario rojiblanco. Pero se
quedó en el Atlético.
Tras una conversación con Quique Flores, en apenas un
mes, perdió seis de los kilos que había cogido devorando los platos que
cocinaba su madre. "Necesitamos todo tipo de herramientas para arriba, y
este es diferente. Es un poco taladradora, un estilo diferente a lo que
teníamos. Y necesitamos taladrar, chocar, ser pujantes arriba, y gastar
la energía de las defensas. Tenemos jugadores muy finos, como el caso
de Forlán, o individuales, como Agüero... Entonces necesitamos esos
torbellinos arriba que desgasten a las defensas rivales y que procuren
espacios para el resto", pensaba Quique Flores en agosto. Aun así, el
preparador relegó al futbolista al banquillo salvo en las contadas
ocasiones en que no pudo contar con sus dos delanteros titulares. Sus
tres goles en el inicio de la Liga, algunos decisivos como el que valió
los tres puntos ante el Zaragoza (1-0) no le salvaron del olvido.
El
delantero tenía tan asumida su suplencia que cuando le preguntaron si
disputaría el primer derbi de la temporada en el Bernabéu, en otoño, se
sorprendió por la cuestión: "¿Quién, yo?". Evidentemente, no jugó. El
domingo por la noche, en el Reyno de Navarra, volvió a ser titular tras
un paréntesis de dos meses. La sanción al Kun le abrió las puertas. Marcó tres goles. Un hat trick.
Ejerciendo de único nueve, con Forlán entre los suplentes. En una hora,
Diego Costa logró la misma cifra que había conseguido en toda la
campaña. "Es la primera vez que marco tres goles en un partido, nunca lo
había conseguido. Volver a jugar 90 minutos y hacerlo así es
increíble", dijo el punta, que no entraba en el once desde finales de enero en Gijón (1-0).
"Diego
ha estado muy bien. Ha intentado aprovechar los minutos que le ha dado
el entrenador. A nosotros no tenía nada que demostrarnos, pues ya
sabíamos de su calidad", resaltó Raúl García. "Contra Osasuna no puedes
relajarte nunca y menos bajar los brazos. Es un equipo que juega muy
unido y que se ayudan entre ellos. Yo estoy para ayudar al equipo.
Llevaba mucho tiempo sin jugar y el encuentro salió perfecto... Me he
llevado el balón al autobús", añadió Diego Costa, desbordado por la
emoción. Su fiabilidad sorprendió a Quique Flores como al que más. "Aunque este tipo de partidos le vienen bien, ha superado las expectativas", reconoció el técnico madrileño.
Al que no sorprendió fue a José Luis Mendilibar, que el curso pasado le
dirigió en el Valladolid. "Mendilibar es el entrenador más duro que he
tenido", aseguró Costa, con cara de susto, al poco de reincorporarse a
su primera temporada fija en el Atlético. "Aprendió a jugar al
fútbol en la calle, es un autodidacta que no había pasado por las
categorías inferiores de ningún club... Había que enseñarle, ordenarle,
pero es buen chico y tiene un gran potencial", recuerda el entrenador
vizcaíno. El caso es que Diego Costa taladró el Reyno de Navarra.