Pues yo, al hilo del mensaje de Petón, voy a decirle por qué etuve allí.
Fui el miércoles a la esquina del fondo Sur para estar con los míos, y los míos son los que portan la sagrada rojiblanca, aunque como decía JB, muchas veces piense que son unos g.ilipollas, pero luego siempre termine pensando, en el siguiente partido, que son nuestros g.ilipollas y quería estar con ellos y aportar lo poco o mucho que se pudiera. Pero sobre todo los míos son los que estaban fuera conmigo, cantando y animando. Y sí, estuve allí por ellos y por mí. Para mí el Aleti, más allá del propio fútbol y los resultados, es una filosofía de vida, una forma de entender el mundo y la propia vida. Es algo así como ver las películas modernas de efectos especiales, pero sin ningún valor en ellas, o las viejas películas en blanco y negro que hablan de valor, lealtad, honor, orgullo, valores la mayoría perdidos, pero yo siempre me quedaré con ellas. Ya sé que el Aleti también perdió todo eso hace muchos años, pero así somos los nostálgicos, unos incorregibles.
También tiene que ver con cómo se consiguen las cosas. Por lo mismo soy antimadridista, más allá del odio visceral al eterno rival, es el odio a una forma de ser y de hacer las cosas, huir de lo fácil y de ganar a cualquier precio. Simplemente sentir. Por lo mismo lucho contra los golfos que nos tienen secuestrados, porque no dejan de ser la misma basura fulera.
Si un día había para estar con el equipo, ése era el miércoles. A la gente se le llena la boca con eso del nunca solo caminarás y esas frases hechas, pero luego hay que dar el callo y ponerlo en práctica. Además me gusta lo de "los 500". Los 300 de Leónidas, al margen de peli y comic, (que también me gustan, no lo voy a negar), siempre ha sido mi pasaje histórico favorito. Y la verdad es que el nombre está bien tirado. Ahí estábamos 500 tíos, y tías, con una pared de piedra frente a nosotros, una esquina abierta por la que entraban nuestros cánticos, el paso, y el río Manzanares a nuestras espaldas, como un mar, resistiendo ante el frío, ante los golfos del palco, ante Platini, ante la UEFA y ante el mundo. Allí, estábamos, con los nuestros, luchando ante una injusticia. No sé por qué fueron los demás, pero yo sé que fui por eso.
Me he puesto muy èpico, la verdad, pero en la vida importan más los recuerdos que las cosas materiales, al menos para mí, y me lo pasé mejor esas tres horas en esa esquina de nuestro estadio, que los últimos años en la grada, porque fue la esencia de lo de antes, lejos del merchandising, el glamour de las estrellitas mediáticas, fuera del negocio que hoy en día es el fútbol. Un hombre, una bufanda, una garganta y los suyos. No hace falta más. Si hubieran puesto una pantallita de esas de Cuatro, con logotipos de anunciantes, cortes publicitarios y demás, lo hubieran jodido todo. Había que estar porque había que estar. Al que no lo entienda, no se le puede explicar.
Odio eterno al fútbol moderno (frase también hecha, ya lo sé, pero de lo más real).