Lo has visto muy bien, Striker: la sentencia -ese hecho de carácter jurídico- quiebra la retórica del periodismo deportivo. Y no es que la quiebre porque ese periodismo sea afecto a unos determinados dirigentes sino porque introduce la realidad en el escenario. Por eso apenas la mencionan. Porque revela la existencia de un mundo moral, es decir, aquél en que existe la verdad y la falsedad, la bondad y la maldad y los hombres han de atenerse a las consecuencias de sus comportamientos. No es que el Atleti importe más o menos sino que lo que no importa en absoluto es la realidad. Fíjate que el lenguaje del periodismo deportivo está plagado de términos y sentidos que ocultan la realidad y crean un espacio absolutamente cerrado. Es el espacio de la propaganda. Como en la propaganda nacionalsocialista, la propaganda franquista o la propaganda estalinista: toda perversión se sustenta en una perversión lingüística. Hasta el mismo Agustín Castellote, en su programa del día de la sentencia, termina recomendando (y lo hace como con la intención de rebajarse al nivel de la audiencia, es decir, asumiendo su retórica) que nos dejemos de fárragos jurídicos más o menos aburridos y que lo que hace inaplazable la marcha de Gil y Cerezo es su pésima gestión deportiva año tras año. Pero, sin embargo, sabemos que la gestión deportiva es una mera anécdota y que lo sustancial es el hecho de que esa sentencia actualiza la plena realidad del delito y, en su virtud, del delincuente que, si bien libre de castigo a causa de la prescripción, queda privado de toda autoridad moral.
Se me ocurre -y seguramente estaré equivocado- que el periodismo deportivo se configura desde hace doce o quince años como un contraperiodismo en el sentido de que se opone al realismo hiperbólico y asfixiante de la prensa general, partidario y clientelista, pero en cuyas grietas, de vez en cuando, asoma un rayito de realidad. El cliente del periodismo deportivo somos tú, yo y todos porque su territorio es el mito, la infancia, lo que está fuera del tiempo, es decir, de la realidad. Los periodistas deportivos -ellos, que dan noticias casi cada minuto- van tejiendo la inactualidad, repitiendo incesantemente el mito. Una horita diaria -y los fines de semana, dos o tres- fuera de la realidad no le viene mal a nadie, ¿no? Nos quieren dormidos -tal y como ellos, a su vez, están- y nosotros aceptamos gustosos. Con qué fuerza resuena el viejo fragmento de Heráclito: "... En cuanto a los otros hombres, les pasa desapercibido todo lo que estando despiertos hacen ..."