No hay que pensar que esta frase de Tebas constituya un ejercicio de cinismo. Tampoco un acto de abrupta sinceridad (una confesión). No. Es una simple constatación de los hechos formulada públicamente sin mayor énfasis, sin levantar la voz. Que lo que en ella se dice suponga no ya la primacía del negocio sobre la competición deportiva sino incluso su radical oposición, de manera que para que exista el primero forzosa y obligatoriamente debe no existir la segunda -en el sentido, claro está, de lo que se conoce como una competición en buena lid-, nos informa a las claras de que este es el estado de las cosas, aquello que hay, aquello de lo cual se parte y aquello a lo que se aspira, fundamentado y justificado en la inatacable razón económica según la cual quien genera el dinero es el que manda a condición de que para seguir generándolo tenga que ganar. De forma análoga, cuando se refiere a "los aficionados" no es que se otorgue la primacía a los del Madrid y el Barcelona sobre los de cualquier otro club sino que para que aquellos asuman el estatus absoluto de "los aficionados" (es decir, para que sigan comprando periódicos y partidos en los canales de pago y multitud de camisetas y otros productos) es preciso anular y aniquilar a estos. Cuando digo anular y aniquilar no me refiero a hacerlos desaparecer sino, muy al contrario, a mantenerlos y preservarlos en la categoría de "aficionados" pero jamás elevarlos (si es que de una elevación se trata) a la de "clientes", que es exactamente la categoría que tienen los aficionados del Madrid y el Barcelona. En este sentido, los estamentos directivos, los clubes, los medios de comunicación e incluso, mal que nos pese, los consumidores, los aficionados (empezando por esos que, además, son clientes) formamos una y la misma cosa. Y la sorprendente victoria del Atleti este año no sería sino aquello que por salirse de la norma, viene a confirmarla y legitimarla pues el hecho relevante no es de suyo la victoria del Atleti (a efectos del negocio, no obstante, más deseable que la de un Sevilla o la de un Mallorca o la de un Sporting) sino la derrota del Madrid y del Barcelona, que contribuye a reforzar la idea de que en verdad hay una competición deportiva (o sea, la máscara que adopta el negocio para venderse mejor) cuando lo que hay es el archiconocido acto comercial de la compra y la venta de un producto. Tal vez por esto, el acoso abrumador del dinero sobre el campeón de liga en España, que es de Madrid, al director de un periódico como el "as", que además es un periódico deportivo y además de Madrid, no le subleva lo más mínimo ni le suscita reflexión alguna sino que, estableciendo de manera inmediata la identidad del dinero con la verdad -y a fe que él bien sabe que hablando como hablamos de un negocio el dinero es toda la verdad-, se lanza a la osadía de despachar este asunto en una de sus columnas -que a uno le recuerda cualquiera de esas desganadas faenas de *** vieja sobre paleto borracho, en un portal sucio, perpetradas no ya sin pasión sino ni tan siquiera piedad, perpetradas más bien con toda la violencia y el asco y el vengativo sarcasmo de que es capaz- bajo la hipócrita memez, dicha en un tono de complaciente beatería, de que "poco dura la alegría en la casa del pobre". Razones tiene para complacerse, es cierto: ese dinero hace que el orden se restablezca de nuevo.