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¿Qué derbi recuerda mejor?
Uno en el que fallé cuatro goles.
¡Es usted un alegrías!
Me ciño a la pregunta: ese es el que más recuerdo.
En su carrera hay diez años de peleas Madrid-Atlético. ¿Cómo eran entonces?
De una gran rivalidad, pero muy sana. No es lo de ahora. ¿Sabe cuál es el mayor enemigo del derbi?
Usted dirá.
La intolerancia. Antes yo me tomaba el aperitivo con Amancio, con
Pirri y Zoco... Hoy no creo que se estile eso. Ni entre los jugadores
ni en la calle. Y entonces el Atleti ganaba Ligas y Copas, las
distancias eran más cortas y disfrutaba todo Madrid. El madridista
quería que ganara su equipo, claro. Pero si el Atlético de Carlsson,
Escudero y compañía, y el de los que llegamos después, le superaba, lo
tomaba como algo natural. Era otra educación, otros modales. La gente
se lo pasaba bien en el fútbol, al campo se iba en autobús. Hice buenos
amigos en el Madrid, Amancio por ejemplo. Las pocas veces que me
llamaron a la Selección fue con quien más trato tuve.
Usted empezó jugando en el Madrid; de jovencito sería madridista por tanto.
No, de jovencito se es más de los futbolistas que de los equipos. Yo
era de Di Stéfano. Cuando soñaba con ser futbolista quería ser como él.
Al Atleti llegué después de tres años en el Betis y uno en el Oviedo.
Los partidos de la máxima más máxima los jugué en Sevilla; eso sí es
fuerte. Ahí, en una misma familia, el padre es sevillista y el hijo,
bético. Bueno, ya sabe y tal Yo empecé a querer al Atleti cuando me
fichó, tenía 24 años. Pero nunca fui un forofo, de ningún equipo.
Entonces, ¿no se volvía loco por ver un derbi?
No iba mucho al fútbol, la verdad. De chaval jugaba por la mañana, a
las doce o a la una; más tarde mis partidos coincidían con los de
Primera, que se disputaban mucho antes que ahora, sobre las cuatro o
cuatro y media. No me daba mucho tiempo y sí, me gustaba más jugar que
ver fútbol.
Cuéntenos algo más de aquel partido fatídico suyo.
Hombre, ya puestos, en el recuerdo hay dos. Uno, aquel final de Liga
en el que el Barça jugaba en Córdoba, que había descendido ya, y si
ganaba y nosotros nos imponíamos al Madrid, el título volaba hacia el
Camp Nou. Y pasó que perdió el Barça, ganamos nosotros y el Madrid fue
campeón igual.
¿Comprendió entonces que el Madrid es algo maligno para el colchonero?
¡Tanto como eso! Hablamos de bien entrados los 60, el Madrid grande
de Alfredo, Puskas y Gento había pasado y el Atlético se le acercó
muchísimo. Ellos ganaron cinco o seis Ligas, tres nosotros y una por
barba Valencia y Barcelona. Aquel final fue tremendo, como el partido
del que le hablaba al principio: fallé muchas ocasiones de gol y las
críticas del lunes fueron todas para m Miguel Ors y compañía no me
perdonaron. Madrid vivía aquellos partidos con una gran intensidad; el
fútbol se fue convirtiendo en el centro de interés en lo lúdico, pero
había una gran diferencia: el madridismo respetaba y admiraba a
jugadores como Collar, Adelardo, Peiró, Mendonça Después se agrandaron
las distancias y el Atleti vivió un momento complicado, que es cuando
Jesús Gil llegó a la presidencia. Pese a que ganó varios títulos,
incluso aquel doblete, sufrió serias dificultades para codearse con los
demás y llegó el descenso. La caída fue grande y el club lleva ya diez
u once años sin acercarse a un título. Quizá este año cambie la cosa.
¿De quién fue la culpa?
Se apunta a presidentes y entrenadores, pero no hay que olvidar a
los futbolistas. Cada uno tiene su cuota de responsabilidad. Cuando
llegó Gil, la afición le aceptó muy bien. Veía el fútbol como una
empresa, ganó una Liga, tres o cuatro Copas, pero acabó mal.
¿Lo absuelve o lo condena?
Tengo un amigo que dice que todo lo que pasa conviene. Es complicado
ser el mayor accionista y el presidente a un tiempo. La realidad es que
el equipo desapareció de su posición entre los tres mejores de España,
que es lo que históricamente ha sido el Atleti. En el haber de Gil está
que supo movilizar a la gente, de manera que cuando el equipo cayó a
Segunda lo siguió casi más gente que en su última etapa en Primera.
¿El hincha del Atlético es único en el mundo?
Las aficiones me parecen casi todas igual: si los resultados son
buenos, todas son buenas. No es cierto eso de que el colchonero trague
con todo; su reacción tras el descenso es universal; la persona que
realmente es de un equipo se vuelca con él en los malos momentos. El
atletista es especial porque es un resistente, eso sí. Vive en una
ciudad donde está el Madrid, que tiene más de todo y contra el que se
hace difícil luchar. Y más si tú te equivocas. A la ciudad, al
ambiente, le va bien un Atleti fuerte. Pero dudo que volvamos a vivir
aquel ambiente sano de entonces. ¿Qué es eso de indios y vikingos? No
me gusta nada. Añoro los tiempos de colchoneros y merengues; esa es la
historia, la verdad. Esto de ahora no tiene base ninguna.
La modernidad, si acaso.
Un absurdo, créame. La rivalidad buena era la de entonces, cuando un
equipo salía campeón y el otro lo aceptaba sin problemas. Los jugadores
éramos muy respetuosos con lo que sucedía en el campo, también los
aficionados, los presidentes
¿Entendemos entonces que derbis como los del Metropolitano, ninguno?
Fueron extraordinarios. Ahora, y no sólo en el derbi, pones la tele
y ves cosas tan feas que te acabas preguntando: ¿y de verdad esto está
pasando en España? Ahora falta el respeto de antes, la educación
Cambiar de campo, y pienso en La Peineta, ¿cambia el carácter de una afición?
Crea una cierta confusión, pero si es para beneficio del club a mí me parece bien. ¿No habla usted de modernidad?
Me da que esto de las sociedades anónimas deportivas no le va.
Nunca lo he visto claro. Al fútbol le obligaron a ser SAD de la
noche a la mañana, sin un tiempo de reflexión y de aprendizaje. Se optó
por esa decisión para procurar un control económico y en lo de los
dineros estamos peor que antes en muchos casos.
¿Qué opinarían Vicente Calderón y Bernabéu?
Tampoco lo verían claro. Hablamos de dos presidentes importantísimos
para Atleti y Madrid. Don Vicente fue clave y Bernabéu, junto a Di
Stéfano construyeron el Madrid y le dieron un sello que permanece:
ganar, ganar, ganar Mire, aquí, tradicionalmente, el Barcelona es el
que mejor jug el Atleti, el maestro del contragolpe y el Madrid el que
más ganó.
¿Si el Atleti pierde hoy sufrirá un bajonazo enorme?
El socio, el aficionado, seguramente. Pero el club va por buen
camino y eso es lo que cuenta. Es un partido de rivalidad y puede pasar
cualquier cosa. Se trata de hacer buenas las palabras de Di Stéfano
cuando dice que el rival del Madrid siempre fue el Atleti por encima
del Barcelona.
Irá al estadio, claro.
Finalmente, sí. Por acompañar a un amigo que, además, es alcalde.
No será Gallardón...
Pues no.
Dijo finalmente. ¿Es que pudo ir a otro partido?
Vemos varios cada domingo, tenemos interés en varios jugadores.
Estamos siguiendo a un futbolista que juega en una posición que no está
muy clara con vistas a la Eurocopa.
¿Y de quién se trata?
Siguiente pregunta.
Es decir, que podría haber una sorpresa en la lista final.
Es un jugador que no está en un equipo de los de arriba, que ha sido alguna vez internacional, no muchas.
¿Y su olfato qué le dice, quién ganará?
Que el Madrid está más fuerte como equipo y que de mediocampo para
arriba el Atleti ha adquirido un nivel notable. Pero como en los viejos
tiempos, no importa mucho quién esté mejor. Hablamos de noventa minutos
especiales, todo es posible.
Echaré de menos a Fernando Torres. ¿Y usted?
Pues también. Llevaba aquí mucho tiempo, formaba parte del paisaje. Como en su día Ufarte o Adelardo.
¿Oiga, y el árbitro? Manolete y compañía vienen advirtiendo de un posible robo.
El robo no existe, existe el error. ¡Si vosotros os equivocáis incluso después de ver la moviola!
¡No me sea antiguo!
Ya sabe a lo que me refiero. Hay errores, nada es premeditado.
¿Entonces, Franco, el Madrid-equipo-del-Gobierno?
Todo eso no existe en el fútbol, ni el fracaso tampoco. Juegas
contra el último y pierdes y es un fracaso: mentira. Una cosa es que
tengas el mejor equipo del mundo y no seas campe eso sí puede
considerarse un fracaso. Lo demás, no.
¿Pensaba igual cuando jugaba?
Entonces podía hasta portarme mal con el árbitro, pero luego
reflexionaba y llegaba a esa conclusión: se había equivocado, nada más.
Como yo: a mí, por esa regla de tres, debieron haberme matado aquella
tarde que fallé los cuatro o cinco goles. Vamos a ser serios