Son, después de todo, seres humanos. Están en mal estado: averiados, locos. No han dejado de proliferar, pero son de un material peor. Se asoman al acantilado de los vomitorios con sus bolsas, acicalados para la guerra. Conocen himnos que arropan con un aparato de enfado, de perplejidad, de postrimería. Su nicho de ultimidad los ha hecho dementes. ...