Mientras la selección prepara
la Eurocopa, la afición recibe al seleccionador con gritos críticos y
joviales chanzas adolescentes. A estas críticas se suma la prensa, las
cadenas de televisión, la Federación y es posible que pronto lo haga la
Curia Vaticana. Uno, que es como es y por ello así le va, toma la
postura que se describe a continuación.
¿Saben una cosa?
Nunca he sido muy partidario de Luis Aragonés. Siempre he respetado su
persona por ser quien ha sido en el Club de mis amores, pero nunca he
tenido especial simpatía por su personaje (y me temo que ambos no
coincide al 100%). Admiro lo que ha hecho por el Atleti, figuraría en
cualquier lista de grandes hombres del club que me hicieran firmar, ese
salto batracio tras marcar un gol de falta en la final de Bruselas es
algo que puedo ver cuando cierro los ojos, y no es algo que me pase con
muchas cosas. Y aún así, nunca he sido yo muy de Luis Aragonés.
De
Luis me han molestado muchas veces las formas, los modos, los mensajes
encriptados y algo bravucones. No me ha gustado que diga que se va de
un sitio del que luego no se va, no me gustan sus maneras broncas. No
me pareció excesivamente grave lo que le dijo en su momento a Reyes
sobre Henry (cuando pienso ahora que le decía a Reyes que se creyera
mejor que Henry no sé si pensar que es un motivador utópico, un miope
sin solución o un padrazo), pero me disgustó sobremanera la forma en la
que abordó el tema en la rueda de prensa posterior, hablando de
ingleses persiguiendo esclavos. Luis ha dicho cosas que nos han
abochornado a muchos, ha hecho comentarios que se podía haber ahorrado,
ha mantenido posturas que, de haber sido el que suscribe un ser próximo
a Luis, le hubiera desaconsejado vivamente.
Como entrenador
tampoco es Luis alguien que me haya gustado excesivamente. Me refiero a
algunas decisiones que ha tomado dirigiendo al Atleti, elecciones
erróneas en mi opinión: a veces ha dado la sensación de pretender
demostrarle al mundo que él sabía más que el resto y por ello hacía lo
que le apetecía, en contra de la lógica y del buen sentido; otras veces
parecían delirios de entrenador estrella. Luis como entrenador ha hecho
cosas que yo nunca hubiera hecho, pero eso tampoco quiere decir nada
visto que yo de esto sé bastante poco y él debe saber bastante.
Luis
es ahora el seleccionador nacional, el entrenador de la selección
española, ese equipo que juega con mucha menos frecuencia que nuestros
clubes y al que prestamos mucha menos atención que en otros países. Ese
equipo que viste de rojo y que juega cada vez en un estadio distinto,
con gradas que pitan a algunos jugadores de ese equipo, local por un
día, quizás porque pertenece a la plantilla del equipo rival, quizás
porque un día le hizo una entrada fea a un jugador del equipo local,
quizás porque el jugador pitado cae gordo, bien por ser malo, o bueno,
o feo, o guapo, o llevar el pelo teñido o por hacer anuncios. La
selección suele jugar nada más que regular, en los campeonatos suele
hacerlo nada más que regular y con ella nos identificamos, en la
inmensa mayoría, sólo a medias. Miramos con cariño cómo juegan los de
nuestro equipo, sacamos los defectos de los jugadores del equipo rival
y nos alegramos más por los goles de algunos de los jugadores que por
los goles de otros. Así somos por aquí, oiga, así somos por aquí y no
vale de nada negarlo y si esto se lo explicas a un inglés o a un
francés o a un italiano, como en el chiste, sólo lo entenderían a
medias.
Desde que Luis Aragonés es seleccionador nacional hay
barra libre para meterse con Luis. Luis es malo, Luis está mayor, Luis
es poco educado. Y en bastantes de estas cosas no le falta razón a la
gente, que, envalentonada por los medios (ayer mismo, por Manu
Carreño), va más allá. Luis se rasca una barbaridad, Luis dice “y tal”
al final de las frases, Luis nunca ha ganado nada, Luis juega al bingo
que se las pela. Y lo peor de todo: Luis no lleva a Raúl y eso equivale
a quitar el castillo, el león y la granada del escudo patrio, equivale
a quitar el arroz de la nacional paella, equivale a torear toros
mecánicos de esos de los rodeos de bar, equivale a admitir que eso de
que como en España no se come en ningún lado no es necesariamente una
verdad absoluta, y esto último no tiene perdón. La culpa es de Luis,
Luis es un problema. A por Luis, que se rasca en las ruedas de prensa,
a por Luis, pongamos a otro aunque le irrite, pongamos a otro a jugar
la Eurocopa a la que él llevo al equipo con mayor o menor fortuna,
cambiemos a Luis por un tipo que se afeite mejor y lleve a Raúl,
cambiemos a Luis y de paso acabemos con el problema del trasvase del
Ebro, con el de los fueros navarros, con el éxodo rural y limpiemos la
memoria del cura Merino, el Empecinado, Curro Jiménez y el Algarrobo.
Luis,
que es historia viva del Atleti aunque se afeite poco y se rasque
mucho, volvió un día al Club a pesar de estar en segunda porque se le
necesitaba y lo sabía. Otro día abroncó a un árbitro por pisar el
escudo de Atleti. Estas cosas a uno, que es tonto como todos bien saben
ya, le llegan. Ahora, cuando uno ve a Luis rodeado por la vociferante
jauría de medios y aficionados, uno siente la llamada del clan. Luis no
es santo de mi devoción, pero es de los nuestros. Luis no será
posiblemente el mejor seleccionador de la historia, pero a lo que se
está haciendo con él simplemente no hay derecho. Si se quiso prescindir
de Luis hubo ocasiones para hacerlo, si se quiere criticar a Luis hay
formas más elegantes de hacerlo, si se quiere reivindicar la presencia
de un jugador (que a esto tiene todo el derecho del mundo todo el que
quiera hacerlo, faltaría más) hay formas menos dañinas, más
inteligentes y más educadas. Luego nos quejaremos de que la selección
no llega a nada pero a mi me sería complicado jugar tranquilo viendo
que mis propios aficionados reclaman que no sea yo quien juegue.
Yo,
que nunca he sido muy de Luis y he prestado a la selección el poco caso
que todos, siento de repente un fuerte anhelo de victoria de la roja,
que es como llaman ahora a la selección y a mi me hace mucha risa. Por
arte de magia me he convertido en luisista y seleccionista (aunque no
sé si esto último es una vertiente ultra del darwinismo), y no sé si es
por defender a estos dos o por llevar la contraria a los medios que
tanto se meten con Luis, o a la Federación que le hace la vida
imposible, o a los aficionados que le reciben con cánticos desafiantes
con los que no reciben a los equipos rivales por estar ocupados
haciendo cola en el túnel de lavado. No creo que llegue al extremo de
comprarme una boina y un bombo, ni de dar cortes de manga a los vecinos
anti-luisistas, ni de tocar una bocina de esas largas que molestan a
las señoras cada vez que Luis se rasque; yo tengo otro estilo, más
trasnochado, eso sí, pero otro estilo.
No sé qué ha sido, no lo
sé, pero, miren, al final lo han conseguido: ojalá gane España la
Eurocopa y sea gracias a Luis Aragonés. Ojalá.
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