Bueno, como ya estoy de vuelta en casa, he podido ver el partido, eso sí, en diferido, a las once, porque televisaron antes a los fuleros del Guadalquivir.
Casi me duermo. Horrendo. Lo de siempre, pero, encima, a un ritmo mortecino, apático. El único que ha dado algo de vidilla al partido ha sido Reyes, al que, de nuevo, han cosido a patadas, con el beneplácito arbitral. Los dos dúos de medios centros (Assunçao-Mario, Mario-Raúl), muy flojos, y no sólo en lo esperable (la construcción), sino también defendiendo (enormes huecos para la segunda línea de los asturianos, sobre todo en la primera parte). Juradito, para completar la faena, ni ha aparecido. Las bandas, para el que se las trabaje. El único que lo ha intentado, Filipe, pero con poco éxito y más estorbado que ayudado por un Simao en su línea. En la otra, el inefable Valera: ni rastro.Pero lo peor de todo, insisto, es la continuación de los defectos de sobra conocidos, es decir,sin coordinación de movimientos, sin orientación hacia el área rival...
La jugada del gol: pérdida gilipollas en el centro del campo, con el equipo muy arriba, pase al espacio del rival, que recoge su delantero centro en la posición del interior derecho; lo cubre Domínguez, que duda y no va a la primera a por un balón que era de él sí o sí, recula, le da dos o tres metros al contrario, y éste, aprovechándolo, al llegar a las inmediaciones del área suelta un zambombazo perfecto, imparable, a la escuadra.
Es el primer partido que veo de pretemporada. No me gusta como mea la perrita. No sería muy alarmante de por sí (recordad la aceptable pretemporada pasada y lo que ocurrió luego), y ya se sabe que el gitano no quiere hijos con buenos principios. Pero una cagada gorda en Mónaco, que es muy factible, puede desatar la típica tormenta de finales de verano a orillas del Manzanares, y tras ella...