Pues a mí me hacía gracia. Según mi punto de vista y sin querer ser el abogado del diablo, a un troll hay que tomarle como lo que es, no hay que darle importancia. Al fin y al cabo, para esos (pocos) momentos en los que el tío llegaba a ofender, recurría al refranero español, tan sabio él, que dice que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Era hasta gracioso ver cómo la gente pasaba de las cosas que decía.