marianux:
Estimado Rosso,
yo fuí uno de los que habló de sabor agridulce y no, ayer no estuve allí.
Imagino para los que estuvísteis que debió ser todo una alegrón y para mí el alegrón es doble sobre todo por vosotros.
Pero el caso es que yo no estuve allí (ojalá hubiera podido estar con vosotros departiendo mantel, cervezas y fútbol y seguramente tendría la misma percepción que vosotros y otros que no fueron), estuve en un sofá, viéndolo a través de internet con unos rusos y mi chica clavándome las uñas en el brazo y animando como una loca...usted ya la conece.
Y cuando digo que la victoria es agridulce, es una percepción personal,la cuál segurmanente será errónea pero es la que tengo y sería muy falso y muy fácil para mí adherirme a la corriente mayoritaria del foro.
A mí la primera parte del partido del atleti me decepcionó totalmente, qué quieres que te diga y la segunda no me pareció a la altura de otros partido. Que la competición, el momento, el rival el escenario marcan esta victoria como una victoria de peso, de categoría por supuesto y eso me genera una alegría inmensa, también y sobre todo cuando ves a los desplazados cantar como cantaron y animaron (otros desplazados desde sus sofás también les siguieron).
El regusto amargo de esa victoria viene pues por el juego y como tal es una percepción personal y también viene desde ese mismo sofá desde el que me alegré y celebré la victoria.
Con abrazos y saludos
Yo, ante usted, querido Don Mariano, me cuadro y saludo según las ordenanzas, como bien sabe. Mi comentario, en consecuencia, no era en ningún caso dirigido hacia su persona. Y es que quizá haya sido hasta desmedido en general, pero créame Don Mariano, no había estado nunca, hasta hace un par de días, en un templo de fútbol tan formidablemente sobrecogedor. Haber ganado allí en una eliminatoria de Copa de Europa no lo olvidaré mientras viva.
Y aunque jamás pretendería medirme en experiencia expedicionaria con nadie de los grandes de este sacrosanto Foro, he visitado desde que era un niño (cuando todavía se podía ir seguro a cualquier partido de la mano del propio padre) estadios de todo tipo, incluso -ya en tiempos más recientes- con hordas locales salvajemente hostiles.
Lo del otro día fue diferente. Los tifosi del Milan fueron corteses con nosotros en las calles y en el estadio. Pero qué quiere que le diga, Don Mariano, fue escalar aquellas espirales interminables de acceso a las gradas y empezar a notar que entrábamos en un recinto sagrado. Y por ende, prácticamente inexpugnable, imposible de conquistar para cualquiera.
Y no fue ajeno a ello el equipo local, al que no pocos de nosotros habíamos visto ganar míseramente al Bologna el viernes anterior. Porque se transformó en otro totalmente diferente. Había oído a los comentaristas deportivos italianos el día anterior al partido. Todos coincidían en un gran respeto hacia el Atleti, pero también en que el Milan volvería a ser grande en "su" competición, la Copa de Europa. Tenían razón. Y temblamos. Como lo hubiera hecho cualquiera: Bayern, Farsa, o quien quisiera que hubiera pisado el verde de San Siro. Por otra parte, así lo demuestran las estadísticas.
En consecuencia, haber salido no ya vivos de allí, sino victoriosos, es a mi modo de ver un hito histórico como para no ponerle peros ni buscarle lecturas sombrías.
Es más que probable que en el Calderón nos los comamos a bocados en Marzo. Lejos del Giuseppe Meazza serán infinitamente más vulnerables. Ello no quita que hayamos completado uno de los episodios más brillantes de nuestra historia. Pero, por desgracia, sé que habrá quien entonces dirá, a toro pasado: "el Milan era una mierda, ya se ha visto, ahora en cuartos nos van a dar para el pelo".
No soporto el fatalismo miserable de tantos sedicentes atléticos. Y, conste una vez más, como no lo hice antes, tampoco ahora hago referencia a usted, mi muy querido y respetado Don Mariano.
Con un gran abrazo para usted y mis más afectuosos saludos para su santa, cuya mano beso.